Cuando los demás no existen
El mundo para ellos parece estar en silencio, o casi. No tienen la misma edad, ni las mismas aficiones, ni van al mismo colegio, pero están unidos por un transtorno que afecta a su capacidad para relacionarse con la gente. Sus madres, Macarena Puerta, Marta Revilla y María Antonia Magaldi son testigos del día a día de un niño con autismo, síndrome de Asperger o disfasia.
El hijo de Macarena no para de corretear por la sala de juegos de la asociación Andares, en Santander. Tiene tres años y su obsesión es cerrar la puerta de entrada. Cuando lo consigue, parece satisfecho y decide probar suerte con el clásico juego de situar cada ficha, en este caso dedos de colores, en su lugar correspondiente. Coge el pulgar rojo e intenta colocarlo en el índice azul. No entra. Sigue intentándolo, pero nada. Miriam, la coordinadora de Andares, intenta ayudarle, pero él parece no escucharle, como si realmente no estuviera allí. Es uno de los síntomas del autismo que le diagnosticaron hace un año.