Buda afirmaba: «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». El sufrimiento es algo que elegimos, el dolor es algo que, sencillamente, llega.
Y así llegó un fatídico sábado 20 de agosto, temprano, como cualquier otro día de verano, cálido, despejado, a priori, un sábado cualquiera. Pero sonó el teléfono, y me hablan de Arturo, quien de una forma u otra ha formado parte de mi vida reciente. 15 años de Arturo, 15 años de la Sonrisa de Arturo.
Arturo ha muerto, me dice la voz, una voz amiga, conocida. Lo que me dice es verdad, no hay lugar al error. Y el dolor explota. Y pienso en La Sonrisa de Arturo. Y me bloqueo. No lo puedo creer, mi mente se niega a aceptar una verdad que no para de resonar en mi cabeza. Arturo ha muerto.
Y me pierdo, tanto en el sentido literal como en el metafórico. Me pierdo en mi propio barrio, no sé ni donde estoy. No puedo hablar, no puedo gestionar el dolor.
Tras el shock inicial, llega el duelo. El maldito duelo. Gestionar algo así nunca es fácil. Hay tantos tipos de duelo como personas. Cada cual tiene el suyo propio. Y en el autismo sabemos bastante de duelos. La propia noticia del diagnóstico es un duelo familiar, pero solo implica la perdida de una expectativa, por eso es muy habitual que ese duelo del autismo se base más en el sufrimiento que en el verdadero dolor.
Pero ante la perdida total, el dolor te inunda y te arrastra a lugares, en muchos casos, desconocidos.
Pero no quiero hablar de dolor, ni de sufrimiento, ni de muerte. Quiero hablar de vida, de la vida de Arturo, de La Sonrisa de Arturo. Porque creo que es lo que toca, porque cuando un joven de 18 años recién cumplidos nos deja, no queda más que hablar de vida. Por respeto a Arturo, por respeto a la Sonrisa de Arturo. Porque es la momento de honrar la vida de Arturo, aunque sea mientras lloramos. Aunque el dolor nos queme por dentro. Es el momento de honrar la vida.
Y seguro que alguien se hará la muy lógica pregunta de: ¿Honrar la vida de alguien que nos ha dejado de forma tan temprana e inesperada? Precisamente por eso. Prefiero hablar de qué vivió Arturo antes que hablar de que murió. Solo lo primero es relevante.
Quiero honrar su vida, porque llorar la muerte es increíblemente fácil, pero honrar la vida, a veces es tremendamente difícil. Y podemos honrar la vida incluso a pesar del dolor, porque el dolor es legítimo, incluso necesario, sin él, quizá no seríamos humanos. Pero el dolor no es incompatible con honrar la vida. Es la diferencia con el sufrimiento, ya que éste último nos conduce a la victimización, a no tomar conciencia de los motivos de nuestro dolor, a quedarnos parados sine die, o incluso a buscar salvadores mágicos que nos saquen de esa situación. El sufrimiento, simplemente, para la vida.
Yo no quiero sufrimiento, yo quiero La Sonrisa de Arturo, quiero honrar a Arturo. Ni siquiera tengo claro si lo voy a conseguir, ni tampoco tengo muy claro como diantres hacerlo, soy consciente de mis grandes limitaciones. Pero yo voy a intentarlo.
Pero para introducirlos en honrar la vida de Arturo, déjenme ilustrarlos con una canción de la genial Eladia Blázquez, aunque en este caso en la versión de otra genial intérprete, también Argentina, Mercedes Sosa. Escuchen, y después, seguimos.
No, permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir, ni honrar la vida
Hay tantas manera de no ser
Tanta conciencia sin saber adormecida
Así empieza la canción, y me recuerda mucho a la diferencia entre ser y estar. En el autismo, lamentablemente, mucha gente solo está, no son, o no se les deja ser. En muchas de mis conferencias uso la famosa canción Let It Be de The Beatles, la cual uso para hacer hincapié en la importancia de dejarlos ser, de permitirles que su esencia como seres humanos no sea opacada por sufrimientos, terapias ineficaces, y trasiegos inútiles de vida. No permitirlos ser, es sencillamente permitirles estar ¿Y saben qué? A pesar de todos los problemas y dificultades que este mundo de mierda se empeñó en poner frente a él, Arturo era, y un día, para sorpresa de muchos y alegría de muy pocos, lo demostró, y dejó claro que el SER implica arrojar verdad sobre la ignorancia, y si no me creen, al final les dejo un enlace a una entrevista que Ocupatea le hizo al genial Arturo Piñeiro, donde dice cosas claras, directas, y reales. Leela y echa un vistazo a los videos, de verdad, merece la pena.
Por eso puedo afirmar que Arturo era, y era al 100%, con sus virtudes y sus defectos, como todos. Pero sobre todo con su verdad, una verdad basada en SU VIDA, y es una verdad que refleja MUCHAS VIDAS, y por eso, precisamente, yo quiero honrar su vida, no hacer un panegírico humectado por lágrimas de cocodrilo.
Y es que, en ocasiones sucede que, aunque el mundo se empeñe en que algunas personas solo estén, que solo permanezcan y transcurran, que como dice la canción “No es perdurar, no es existir, ni honrar la vida”, algunas de estas personas son, existen y perduran, porque en su momento supieron honrar la vida, la suya propia y por extensión la de otras muchas más, que debido a múltiples motivos, siguen condenadas a transcurrir, a estar, pero sin un verdadero derecho a la existencia.
¡Qué Dios confunda a todas esas personas que se empeñan en evitar existencias!, quienes al parecer deciden qué vidas merecen ser dignas de ser vividas. A vosotros, quienes actuáis como jueces divinos, recordad, la vida da muchas vueltas. A todos ellos yo les digo: hay algo muy poderoso, es La Sonrisa de Arturo, y eso significa existencia, vida, dignidad. Por eso quiero honrar su vida, no sufrir por su muerte, aunque el dolor se me haga inmenso e ingobernable.
Estimado Arturo, yo me apunto a honrar tu vida.
Daniel Comín Alonso, ¡presente!
Entrevista a Arturo Piñeiro:
http://ocupatea.es/entrevista-arturo/
Vídeo Let It Be subtitulado a Español:
https://www.youtube.com/watch?v=Y07K4eo5kU8
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