Enseñar a niños con autismo a responder e iniciar peticiones de atención conjunta

Bridget A. Taylor and Hannah Hoch
Alpine Learning Group
Journal of Applied Behavior Analysis, 2008, 41, 377-391

Se realizó un diseño de línea base múltiple a través de tres participantes con autismo para evaluar los efectos de las ayudas y del reforzamiento social a la hora de enseñar a los participantes a responder e iniciar peticiones de atención conjunta con un adulto. Se enseñó a los participantes a responder ante las peticiones de atención conjunta de un adulto mirando en la dirección del objeto que el adulto señalaba, haciendo un comentario acerca del objeto y mirando de nuevo hacia el adulto. Para enseñar a los participantes a iniciar peticiones de atención conjunta se necesitó un entrenamiento adicional con reforzamiento. Los resultados fueron analizados en términos de su relevancia social en la enseñanza de niños con autismo para responder e iniciar peticiones de atención conjunta.

La atención conjunta está reconocida como una de las formas más tempranas de comunicación en niños e implica la atención coordinada entre los participantes sociales y el objeto o el evento en el que participan (Bruner, 1975; Mundy, Sigman, & Kasari, 1994). Los investigadores han distinguido dos formas de atención conjunta: (a) responder a peticiones de atención conjunta de otras personas y (b) la iniciación de peticiones de atención (Jones & Carr, 2004); Mundy & Willoughby, 1996). Bakeman y Adamson (1984) describieron que los niños de desarrollo típico muestran atención conjunta no verbal entre los 9 y 18 meses de edad. La primera topografía de atención conjunta implica la coordinación de la mirada entre un objeto o evento del entorno y una persona conocida (Tomasello, 1995). Después del primer año de vida, los niños de desarrollo típico comienzan a responder a las peticiones de atención de los adultos e inician las peticiones de atención respecto a un objeto o evento que sea de su interés (Butterworth, 1995).
Varios estudios han demostrado que los niños con autismo presentan déficit en las habilidades de atención conjunta (Charman, 1998); Jones & Carr, 2004; MacDonald y col., 2006; Mundy, 1995; Mundy & Crowson, 1997). Por ejemplo, MacDonald y col. han observados que los niños con autismo tienen más probabilidades de responder a peticiones de atención que a iniciarlas en comparación con su grupo de iguales de desarrollo típico. De hecho, la falta de atención conjunta antes del primer año de edad es uno de los primeros síntomas indicadores de autismo (Baron-Cohen, Allen, & Gillberg, 1992).

En la literatura desarrollada existe la hipótesis de que los niños inician peticiones de atención conjunta para atraer la atención de los adultos y satisfacer el objetivo social de compartir información o experiencias más que para obtener el objeto deseado (Schertz & Odom, 2004). La emergencia de la atención conjunta se describió como un punto central en el desarrollo social y comunicativo de los niños, ya que señala el desarrollo de los procesos que proporcionan una base para el desarrollo del lenguaje y las competencias sociales (Bakeman & Adamson, 1984; Bruner, 1975; Vaughan y col., 2003).
Desde la perspectiva del análisis de la conducta, las respuestas a las peticiones de atención conjunta (por ejemplo, mirar hacia un objeto al que el adulto está haciendo referencia) se encuentra bajo el control discriminativo del mando del adulto para la atención del niño y es más probable que sea mantenido por reforzadores generalizados (por ejemplo, la atención social; Dube, MacDonald, Mansfield, Holcomb, & Ahearn, 2004). Las peticiones de atención conjunta iniciadas por los niños son consideradas como mandos para obtener la atención del adulto y dirigirla hacia el objeto o situación. La aparición de un objeto o evento interesante en presencia del adulto puede funcionar como una operante motivacional, un momento para establecer el valor como reforzador de la atención del adulto.

Una forma de atención de los adultos es la atención hacia los estímulos, definida como “indicadores visuales de que el adulto está prestando atención de forma consciente a objetos o eventos interesantes” (Dube y col., 2004, p. 199), como abrir los ojos y orientarlos hacia los estímulos. La mirada de los niños cambia entre el objeto o situación y el adulto, pudiendo ser mantenida por la propia atención del adulto hacia el objeto. Estos estímulos (por ejemplo, la atención del adulto hacia el objeto o situación) pueden servir como (a) reforzadores condicionados debido a la asociación previa de la reacción del adulto ante el objeto o evento y el incremento del reforzamiento y (b) estímulos discriminativos para otras contingencias mediadas por el adulto (por ejemplo, la atención continuada del adulto hacia el objeto y/o la participación en la situación).

Hay tres posibles reforzadores relacionados con las consecuencias mediadas por el adulto y forman tres clases independientes de iniciaciones de atención conjunta (Dube y col., 2004). La primera es el reforzamiento positivo que supone la participación en el evento o la implicación con el objeto (por ejemplo, la madre del niño podría sonreírle e interactuar con el niño y su nuevo juguete). La segunda posibilidad es el reforzamiento positivo que supone la ayuda para incrementar el reforzamiento (por ejemplo, ayudar al niño a jugar con el nuevo juguete). La tercera posibilidad es el reforzamiento negativo que supone la disminución del miedo o estrés que provoca el objeto o situación (por ejemplo, asegurar al niño que un perro grande no le causará daño).

Varios estudios emergentes ofrecen su apoyo a la hipótesis de que la atención conjunta es establecida y mantenida por los eventos del entorno y las contingencias sociales, y que los analistas de conducta pueden manipular estos eventos y contingencias para promover la atención conjunta en niños con autismo. Un destacado estudio de Whalen y Schreibman (2003) utilizó ayudas verbales, gestuales y físicas para enseñar a cinco niños con autismo a mirar hacia donde señala y dirige su mirada un adulto. Los autores también enseñaron a los niños a mirar hacia un juguete, ellos estaban jugando con el adulto y señalaban a un juguete nuevo. Los investigadores reforzaban las respuestas correctas del niño permitiéndole el acceso al juguete. Kasari, Freeman, y Paparella (2006) usaron varios procedimientos de ayudas y reforzamiento para enseñar a 20 jóvenes con autismo a implicarse en las respuestas de atención conjunta (es decir, dirigir la mirada hacia el objeto que señala el adulto) y a iniciarlas (es decir, alternar el contacto ocular entre el adulto y el estímulo, mostrando o dando el objeto al adulto o señalándoselo) Los resultados mostraron que los niños con autismo que participaron en este entrenamiento mostraron un incremento en las respuestas e iniciaciones de atención conjunta en comparación con el grupo control que no había participado en el entrenamiento.

A pesar de que estos estudios muestran que las respuestas de atención conjunta pueden ser facilitadas usando ayudas y reforzamiento (Dube y col., 2004), las investigaciones aun no han explicado que contingencias sociales aisladas (por ejemplo, la atención del adulto al estímulo y la interacción social) pueden funcionar como reforzadores de las respuestas de atención conjunta en niños con autismo. En resumen, los efectos de la enseñanza de las respuestas de peticiones de atención conjunta y la consiguiente emergencia de las iniciaciones de atención conjunta no han sido estudiadas. Por último, las topografías de las respuestas de atención conjunta documentadas en la literatura se han limitado al contacto ocular y a los gestos, pero la alternancia de la mirada, los comentarios verbales y las iniciaciones verbales no han sido estudiadas.
El propósito de este estudio era examinar el efecto del procedimiento de ayudas y del reforzamiento social para enseñar a niños con autismo tres componentes de atención conjunta: cambiar su mirada entre un objeto y los ojos del adulto, responder verbalmente ante peticiones de atención conjunta e iniciar verbalmente ofertas de atención conjunta.

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