Científicos intentan explicar cómo responde el cerebro a los patrones visuales en personas con autismo, mostrando como las respuestas sensoriales cambian entre la niñez y la edad adulta.
La investigación que estudia como responde el cerebro a patrones visuales en personas con autismo, ha demostrado que las respuestas sensoriales cambian entre la niñez y la edad adulta. Las diferencias observadas entre los adultos y los jóvenes, son parecidas a las observadas en una cepa de moscas de fruta que, tuvo un cambio genético, asociado con el autismo y otros trastornos del desarrollo.
Esto demuestra que los problemas sensoriales del autismo pueden modelarse en moscas de la fruta, lo que brinda una oportunidad de comprender aún más las complejidades del trastorno.
Las personas con autismo, a menudo, presentan una sensibilidad a las luces brillantes y sonido fuertes entre otra variedad de alteraciones y diferencias sensoriales, lo que puede ocasionar dificultades en su vida diaria al evitar esos entornos.
Sin embargo, en la actualidad las investigaciones para conocer los mecanismos subyacentes que explicarían el por qué las personas con autismo presentan estas incomodidades durante algunas experiencias sensoriales aún son muy limitadas.
Para poder entender estas dificultades, los investigadores, pidieron a los niños y adultos con o sin autismo, que observaran los patrones en la pantalla de una computadora, los cuales parpadeaban en ritmos específicos. Luego, midieron la forma en que las neuronas del participante respondían a los patrones de parpadeo, utilizando un electroencefalograma (EEG), que detecta la actividad eléctrica en el cerebro.
El Dr. Daniel Baker, del departamento de psicología en la Universidad de York dijo: “Algunas neuronas, en las partes visuales del cerebro se activaron en la misma frecuencia que los patrones parpadeantes, por ejemplo, a cinco veces por segundo, mientras que los otros tipos de neuronas, reaccionaron a dos veces a esta frecuencia“.
“En adultos con autismo, y en nuestras moscas adultas modificadas encontramos una disminución en la actividad cerebral en esta frecuencia más alta, en comparación a los participantes en control. Por otro lado, en las moscas pequeñas y moscas jóvenes, las reacciones eran más bajas en ambas frecuencias”. “Esto sugiere que, las diferencias sensoriales, pueden cambiar durante el desarrollo, tal vez mediante algún proceso de compensación o ajuste.”.
Los nuevos hallazgos 1, que forman parte de la alianza entre la Universidad de York y la Universidad de Stanford, fueron de ayuda para que los científicos comprendieran el vínculo entre las diferencias de actividad cerebral en niños y adultos y un cambio genético específico, asociado con el autismo, según el modelo de las moscas de la fruta. Estos descubrimientos permitirán que los futuros estudios comprendan los mecanismos precisos involucrados en la afectación de la percepción sensorial en el autismo y si la diferencia en las respuestas cerebrales entre adultos y niños tiene algún impacto en la forma en que perciben los estímulos visuales u otros estímulos sensoriales.
El Dr. Chris Elliott, del Departamento de Biología de la Universidad de York, dijo: “Ahora tenemos una imagen más clara de una diferencia sensorial y tenemos un modelo genético de mosca que refleja esta misma diferencia.” Más adelante comenta “Es posible que en el futuro el modelo de mosca de la fruta se pueda usar para probar posibles tratamientos para aliviar algunas de las dificultades sensoriales que experimentan las personas con autismo”.
©Traducción Pamela Palomeque
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Bibliografía:
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