El factor tiempo es clave para entender los aspectos sensoriales y sociales presentes en el autismo

El filósofo y psicólogo William James describió que para un bebé, el universo resulta “un entorno cada vez más confuso, que aturde y embota los sentidos”. Incluso para los adultos, esta definición resume la esencia de nuestras experiencias sensoriales y hace hincapié en la complejidad y en el carácter multisensorial del mundo que nos rodea.

En cualquier momento, nuestros sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato y equilibrio) son bombardeados por gran cantidad de información. Una de las principales tareas para nosotros –o, mejor dicho, para nuestros cerebros- es dar sentido a las señales entrantes. Parte de esta información estaría relacionada con el mismo objeto o hecho en cuestión -por ejemplo, visualizar una pelota botando- ambos sentidos (vista y oído) deben estar integrados o ligados, para entender dicha acción. Otras informaciones entrantes pertenecerían a otros objetos o acciones y deben ser descartadas.

Si no realizamos dicha integración o descarte de esos estímulos sensoriales de forma adecuada, el mundo se convertirá en el “entorno cada vez más confuso y ajetreado” al que Willian James se refería.

Percibimos el mundo de forma mucho más rápida y precisa si usamos la información proveniente de nuestros múltiples sentidos (1). Imaginad que estáis en una fiesta muy ruidosa. Tenéis muchas más probabilidades de “escuchar” lo que un amigo os está diciendo varias mesas más allá si podéis ver los movimientos de la boca y combinar esta señal visual con una leve señal auditiva (2). Para asegurar la comunicación social se requiere la habilidad para entender o integrar los múltiples inputs sensoriales.

Se sabe desde hace tiempo que a casi el 90 por ciento de los individuos con autismo le supone un auténtico reto el procesar la información sensorial (3). Llegando a ser hiposensitivos o hipersensitivos a dichos estímulos sensoriales. Algunos se embarcan en una “búsqueda sensorial”, estimulando sus sentidos mediante comportamientos repetitivos o estereotipias, como el girar sobre sí mismos o el aleteo de manos. Estos rasgos, que englobarían varios sentidos, estarían dentro de los contenidos en la definición del trastorno del espectro del autismo(TEA) del DSM-5, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”).

Una ventana a la percepción:

Varios laboratorios, incluido el nuestro, se han embarcado en una serie de estudios para entender mejor si cabe cómo las personas con autismo procesan la información sensorial. Hemos detectado una anomalía reveladora en cómo éstos individuos integran vista y oído para dar sentido a un hecho.

Esta característica englobaría el tiempo o momento exacto en el que dichos sentidos, vista y odio, se integran; y sería un componente clave para entender las muchas dificultades sociales y cognitivas a las que se enfrentan las personas con autismo. Este déficit sensorial podría abrir nuevas vías para su tratamiento.

Pensemos de nuevo en el ejemplo de la pelota botando. Cuando la pelota bota en el suelo, los estímulos visuales y auditivos asociados a esta acción ocurren en el mismo espacio-tiempo. El cerebro es inteligente: usa la información espacial y temporal para determinar si estas señales visuales y auditivas provienen del mismo o de diferentes hechos. Si el conjunto de señales sucede casi al mismo tiempo, el cerebro considera que pertenecen a un mismo hecho, y los une.

Es sabido que la luz viaja más rápido que el sonido, por lo que existe un ligero desfase entre lo que vemos y escuchamos. El cerebro resuelve este problema creando una supuesta ventana temporal, a través de la cual unirá dichos impulsos visuales y sonoros, considerándolos interconectados.  Esta ventana abarcaría varios cientos de mili-segundos permitiéndonos integrar dichas señales visuales con los impulsos sonoros, no sólo de los hechos que tengan lugar delante nuestro, sino de otros que ocurran mucho más lejos (por ejemplo, cuando un amigo nos grita desde el otro extremo de un aparcamiento).

“Viendo” el sonido:

Las personas con autismo tardan más en conectar la información auditiva con la visual a través de esa ventana temporal, de forma que alargan el proceso. En un estudio de 2014, preguntamos a niños con y sin autismo que respondieran si las señales visuales y sonoras que les mostrábamos, de forma sucesiva, consideraban que eran simultáneas, es decir, si las percibían a la vez (4). Los niños con autismo respondieron que dichas señales eran simultáneas incluso cuando estaban separadas por largos intervalos de tiempo.

Parecería ventajoso el tener una ventana temporal más amplia, ya que permitiría al cerebro unir más información que una ventana más corta. Pero, por el contrario, lo que produce es una considerable confusión en el individuo.

En una conversación normal con un amigo, por ejemplo, el cerebro rápidamente une el sonido de la voz de tu amigo con la imagen de su boca en movimiento, así como de cualquier otra información visual o auditiva proporcionada por su cuerpo.

La información auditiva nos llega como “fonemas”, unidades de sonido que conforman una palabra. Los signos visuales nos llegan en forma de “palabras complementadas o visemas”, una representación visual de los fonemas (como cuando leemos los labios). Esta unión, se haría correctamente en alguien que tenga una buena comprensión verbal, pero si esa ventana temporal es demasiado larga, dicha unión no se haría correctamente, viéndose deteriorada la comunicación.

Hemos descubierto que cuanto más grande sea ésta ventana en personas con autismo, peor se desenvolverán en tareas que requieran el conectar información visual y auditiva (4,5).

Un ejemplo tiene que ver con el “efecto McGurk”, una ilusión del habla por la cual el emparejar el signo auditivo “pa” y la imagen de los labios formando “ta” se percibiría como “da”, porque el cerebro combina los signos auditivos y visuales. Cuanto más grande sea la ventana, menos susceptible será la persona a dicha ilusión, en la que aparecerían problemas al integrar dicha información.

Percepción fragmentada:

Estos resultados mostrarían que, en el autismo, las diferencias en el procesamiento sensorial trascenderían a cada sentido por separado y apuntarían hacia una integración multisensorial de la información. Estas habilidades multisensoriales alteradas causarían dificultades no sólo en la comunicación social sino también en la función cognitiva.

Para que un niño aprenda a leer, necesita ser capaz de unir lo que ve escrito con una reproducción mental del sonido de las palabras. Si un niño no puede hacer esto, leer le va a resultar muy complicado.

Es más, la función multisensorial juega un papel vital en la comprensión general de nuestro entorno. El tener problemas en este aspecto puede desembocar en una percepción fragmentada de la realidad, y en multitud de problemas en las habilidades cognitivas tales como la función ejecutiva (planes y toma de decisiones), lenguaje y memoria.

Pretendemos ampliar nuestra investigación del procesamiento multisensorial al ámbito del tacto. Muchos niños con autismo tienen un sentido del tacto y percepciones inusuales. Sin embargo, todavía no se ha investigado lo suficiente el cómo estas cualidades táctiles se integran con otros sentidos. De hecho, las diferencias en las percepciones táctiles jugarían un importante papel en los déficits sociales del autismo, y creemos que estos retos sociales pueden tener que ver, en cierta medida, con dichos problemas multisensoriales.

Afinando la percepción:

La percepción del espacio peripersonal, es decir, el espacio que rodea a nuestro cuerpo, se basa en la integración de la información proporcionada por los sentidos auditivo, propioceptivo, táctil y visual. Las personas con autismo se diferencian de las personas neurotípicas en la percepción de este espacio peripersonal. Estamos investigando si en el autismo, una integración inadecuada de esta información multisensorial contribuye a ésta diferencia en la percepción, que podría, al mismo tiempo, estar detrás de los déficits sociales del autismo.

Los estudios sobre la integración del input sensorial nos dan importantes pistas sobre las conexiones cerebrales alteradas en el autismo. Sugieren que los nodos más importantes en los que convergen la información sensorial -por ejemplo, el córtex temporal superior y el córtex interparietal – pueden ser críticos para dar sentido a nuestro entorno en cada momento.

Finalmente, pensamos que estos estudios constituyen una base para nuevos tratamientos del autismo. Las regiones cerebrales subyacentes en los procesos multisensoriales son altamente maleables. En un estudio de 2009, mostramos que podemos acortar la ventana temporal a través de la cual adultos neurotípicos integran información auditiva y visual proporcionándonos una retroalimentación de la información sensorial (6). Cada vez que un participante nos decía que dos estímulos eran simultáneos (o secuenciales), le decíamos si estaba o no en lo cierto. Dicho entrenamiento resultó ser extremadamente efectivo para cambiar la percepción temporal multisensorial.

Si pudiéramos usar este mismo enfoque para las personas con autismo, podríamos afinar su percepción del mundo. El poder seguir conversaciones, leer expresiones faciales y otros aspectos de las interacciones sociales serían menos complicados si cada pieza sensorial del puzzle encajara de forma coherente. En este escenario, el mundo sería más racional y tranquilizador y menos “confuso y ajetreado”.

Bibliografía:

  1. Murray M.M. and M.T. Wallace (2011) The neural bases of multisensory processes. Boca Raton, FL: CRC Press
  2. Sumby W.H. and I. Pollack J. Acoust. Soc. Am. 26, 212-215 (1954) Abstract
  3. Baum S.H. et al. Prog. Neurobiol. 134, 140-160 (2015) PubMed
  4. Stevenson R.A. et al. J. Neurosci. 34, 691-697 (2014) Full text
  5. Woynaroski T.G. et a.l J. Autism Dev. Disord. 43, 2891-2902 (2013) PubMed
  6. Powers A.R. et al. J. Neurosci. 29, 12265-12274 (2009) PubMed


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