Toda utopía comienza siendo un enorme paraíso que tiene como anexo un pequeño campo de concentración para rebeldes a tanta felicidad;
con el tiempo, el paraíso mengua en bienaventurados y la prisión se abarrota de descontentos, hasta que las magnitudes se invierten.
Milan Kundera
Dicen que los vencedores son quienes escriben la historia, aunque entre esos vencedores siempre hay voces que a priori pueden parecer discordantes. John Maynard Keynes fue una de esas voces inteligentes que pretendieron advertir de los errores cometidos y de los que se iban a cometer. Tras la Primera Guerra Mundial, en 1919, Keynes advirtió que las decisiones de los vencedores impactan en la economía de los vencidos. De cómo las acciones que los vencedores llevan a cabo pueden cambiar el futuro, e incluso provocar nuevos conflictos. Nadie le hizo caso y el 1 de septiembre de 1939 tropas alemanas invaden Polonia y se inicia la Segunda Guerra Mundial.
Keynes escribió dos libros fundamentales para el desarrollo del pensamiento económico del siglo XX: “Las consecuencias económicas de la paz” (1919) y “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” (1936). Entre algunas de sus máximas Keynes afirmaba “debemos considerar que el sistema capitalista no tiende al pleno empleo ni al equilibrio de los factores productivos, sino hacia un equilibrio que solo de forma accidental coincidirá con el pleno empleo” (sic Wikipedia), de igual forma, la propuesta de Keynes proporcionó una base sólida al modelo público de Bienestar Social. Esta base fue también incorporada por John Hicks y Simon Kuznets, quienes vieron como no siempre sus propuestas eran acogidas de la forma en que se plantearon inicialmente.
A su vez, los grandes desarrolladores del pensamiento económico de los inicios del siglo XX advirtieron de determinados riesgos en el desarrollo de las economías modernas. Y eso se plasmó -cual profecía- en una dura realidad con la aparición de estados de estanflación en las economías a finales de los 60 y que en los 70 se extendió como la pólvora entre las economías “desarrolladas”. Y ese “fracaso” del modelo keynesiano nos llevó de cabeza a la adopción de medidas neoliberales, que pretendían dar respuesta a la situación económica.
Y fue en la década de los 70 cuando Chile entró de lleno en ese modelo económico neoliberal. Modelo que llevó a un pseudocrecimiento económico del país, y que fue denominado por el economista estadounidense Milton Friedman como El Milagro de Chile. El resultado económico y social aun perdura, Chile sigue siendo un país con grandes desigualdades sociales. Claudio Sapelli lo describe en su libro “Chile ¿más equitativo?”, editado en el 2011, donde muestra la enorme brecha social de Chile en la actualidad. Afirma el propio Sapelli en la presentación de su libro: “Los resultados de esta investigación difieren de la tradicional visión respecto de este tema, que plantea que Chile es un país con una distribución de ingresos que no ha mejorado en las últimas décadas y con una escasa movilidad social, que en pocas palabras implicaría que nada importa el talento, esfuerzo y productividad que una persona pueda tener o alcanzar.”.
España, que acostumbra históricamente a llegar tarde y mal a los acontecimientos históricos, empieza a aplicar este tipo de políticas justo al final del siglo XX, cuando en 1996 accede al poder José María Aznar. Quien junto con su equipo económico implantan una serie de medidas destinadas a “revolucionar” la economía. Y se advierte cierto paralelismo entre lo que sucedió en Chile: un crecimiento económico y una posterior caída debido a las fuertes dependencias externas, así como un hundimiento de la cobertura e igualdad social. De aquellos polvos, estos lodos.
El resto de economías hispanoamericanas han seguido políticas dispares, por un lado aquellos países más influenciados por Washington se tiraron a la piscina del neoliberalismo, y se están dando tremendo trompazo. Luego están los países más en la línea ¿socialista?, que también se están dando tremendo trompazo. Y luego hay países en una línea más social (para ser social no hace falta ser socialista), que con una mezcla de adecuaciones de diferentes modelos económicos andan creciendo, intentando reducir las brechas sociales. Al final vemos como las economías hispanoamericanas han tendido hacia el modelo más especulativo que al inversor. Indistintamente del modelo económico o político del país. Y por tanto, las políticas sociales y el bienestar social se acaban convirtiendo en moneda de cambio electoral, en muchos casos en un discurso puramente demagógico.
Posiblemente se estén preguntando ¿Y qué tiene todo esto que ver con las personas con autismo? Pues la verdad es que mucho, y no solo tiene que ver con las personas con autismo, también con todas las personas con diversidad funcional (discapacidad) de los países hispanoamericanos. Y hay dos vectores principales que confluyen de forma directa. Por una parte el principio de ciudadano de pleno derecho, y por otra parte de como las políticas influyen en la capacidad de ejercer los derechos.
En marzo del 2013 definía “el autismo como bioindicador social”, y todo esto tiene una conclusión sobre los dos vectores sociales de protección y bienestar social y de cumplimiento de derechos. Por una parte, las personas con autismo (y por extensión todas las personas con diversidad funcional, las minorías, las personas en riesgo de exclusión social,…) se han convertido en presuntos ciudadanos ¿Y por qué presuntos?, pues porque no pueden ejercer sus derechos en condiciones de igualdad y equidad. Sencillamente habitan en una extensión geográfica definida por fronteras políticas. La dificultad para ejercer esos derechos los convierte automáticamente en presuntos, nos lleva al modelo de la polis griega, donde una minoría ejerce sus plenos derechos como ciudadanos y además decide y dirige, mientras que la mayoría tan solo habita, incapaz de formar parte en las decisiones que afectan a su vida y su futuro. Ortega y Gasset nos hablaba de la democracia de las minorías, donde la minoría ofrecía una serie de opciones a la mayoría para que ésta sintiese que decidía algo y por ende pensase que era libre y vivía en democracia.
Y por otro lado, el vector de bienestar y protección social que debe ser promocionado por los poderes públicos -en suma, el Estado-, a día de hoy y debido a las políticas económicas han decidido que no es algo tan importante. Vamos hacia el modelo de ciudadano productivo, no hacia el modelo de ciudadano social. Donde se premia el sistema de generación de recursos económicos dirigidos por una minoría, destinado al sustento económico de un modelo macroeconómico con ánimo depredador y especulativo. Y se evita la concepción social de la ciudadanía, de forma que se puedan establecer de forma adecuada las diferentes clases, y donde sustituyamos el modelo de protección social por el modelo caritativo.
Esta situación, hoy tristemente real, conlleva que se coarte de forma institucional la posibilidad de que la persona con autismo pueda ser actor real en el modelo social. Se evita que pueda exigir el cumplimiento de la ley. Ya que como venimos diciendo desde hace tiempo, debemos demandar al Estado para que este cumpla la ley. Y para evitar que a los habitantes del país les de por demandar de forma sostenida al Estado, sencillamente ponemos bien difícil el modelo judicial, lo encarecemos, lo entorpecemos, lo hacemos lento de solemnidad, y así, se pierde el fuelle e impulso por el camino.
Lo del “Nada sobre nosotros sin nosotros” se empieza a convertir en una entelequia, la cual se alimenta de la desesperanza y la desidia de nosotros mismos. Y acabamos siendo jueces y verdugos de nuestro propio destino. Afianzamos nuestra presunción ciudadana, y nos convertimos en un habitante lleno de obligaciones y tan solo con algún derecho. ¿En serio esto es lo que deseamos? Obviamente no, pero mientras las organizaciones civiles no sean conscientes de que esta realidad debe ser cambiada, mal vamos. Debemos incluir algo novedoso, arriesgado, innovador,…, en los programas políticos, un plan para la felicidad. Porque sino, ¡a qué narices hemos venido a este mundo!
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