El estudio que se lleva a cabo en las provincias de Salamanca y Zamora, liderado por investigadores de la Universidad de Salamanca y en colaboración con los pediatras de ambas provincias, está empezando a arrojar datos reveladores sobre la prevalencia del autismo en esa región y arroja datos muy diferentes a los que nos llegan desde los EE.UU. donde establecen una prevalencia del autismo de 1 de cada 150 niños.
Este estudio empezó hace 8 años y lleva estudiados a más de 11.500 niños, lo que convierte a este estudio en el tercero más grande llevado a cabo en Europa. Ricardo Canal Bedia, profesor del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad de Salamanca y miembro del Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (Inico), dirige esta investigación y asegura en declaraciones a DiCYT que los resultados evidencian que “es mejor una vigilancia del desarrollo que la constatación de signos de alarma en un momento evolutivo concreto”.
Basado en un exhaustivo sistema de cribado que se inicia entre los 18 a 24 meses de edad del niño se ha obtenido una cifra de 1 caso de autismo por cada 286 niños, dato que coincide con un estudio de similares características llevado a cabo en la provincia de Guipuzcoa. Esta cifra ha aumentado mucho desde el inicio del estudio, cuando arrojaba un dato de 1/700 en los primeros cribados. Tras una serie de ajustes de la herramienta que utilizan para el cribado han conseguido ajustar estas cifras. No obstante, reconocen que el uso de cuestionarios presenta ciertas limitaciones relacionadas con la dificultad para interpretar las preguntas de los cuestionarios, para poder corregir estos problemas el pediatra confirma los aspectos dudosos. Este modelo ha ayudado a que los equipos pediátricos tengan un mayor conocimiento sobre los TEA.
Este estudio viene a confirmar que los datos que se manejaban sobre la prevalencia estaban lejos de la realidad, aunque a pesar de estas primeras conclusiones se debe de seguir manteniendo la vigilancia durante más tiempo para poder afinar los datos a medida que los niños crecen, para entre otros poder incluir los casos de Síndrome de Asperger, que presentan signos mucho más tarde que en el caso del Autismo.
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Las implicaciones son claras: o se están usando criterios mucho más amplios de los que se usaban y que incorporan fenotipos que no llevan a la discapacidad o hay causas del autismo que son nuevas y ambientales. O una mezcla de las dos cosas. Pensar de otra manera significaría una revolución en la biología evolutiva y los autores del estudio merecerían sino el premio Nobel al menos el novel.