
Las mismas habilidades que, en ocasiones, me han separado de mis compañeros cuando era niño y adolescente, aislándome de ellos, se han convertido ahora en uno de mis mejores recursos para conectar con los demás en la edad adulta y hacer amigos».
Daniel Tammet, autor y protagonista de esta autobiografía, cuya primera edición fue publicada en 2006, narra en ella la historia de su vida desde sus primeros roces con el Síndrome de Asperger a edades bastante tempranas, aunque no fue diagnosticado hasta los 16 años, pasando por su adolescencia y gran parte de su vida adulta. Él, indudablemente, siempre supo que era distinto a los demás, pero nunca le preocupó demasiado el por qué. En su libro, escrito con un estilo cercano, siendo penetrantes cada una de sus letras y frases, explica al mundo entero algunas de las principales dudas que siempre han tenido aquellos seres humanos con un desarrollo típico – ¿cómo piensa, siente, vive, imagina, sueña, observa, procesa, responde, reacciona, etc. una persona con un Trastorno Generalizado del Desarrollo? – sin importarle los inconfundibles estereotipos que constantemente asociamos a dicho síndrome, a pesar de conocerlos a la perfección. A su inquebrantable relación con uno de los Trastornos del Espectro del Autismo que posee un rendimiento más intenso, se unen las principales consecuencias de la epilepsia – entre otros – que afortunadamente controlada a sus inicios, sobre la edad de 4 años, no hace más apariciones desoladoras.
Daniel posee una especial habilidad para los números, sobre todo aquellos que son primos, debido al conocido Síndrome de Savant o Síndrome del Sabio. Hay profesionales que creen que todos tenemos, en cierta medida, este síndrome innato en nuestros genes, pero que solo algunas personas saben cómo desbloquearlo. Nuestro principal personaje, no solamente tiene la destreza de hacer grandes cálculos con los dígitos, si no que también puede imaginárselos enlazados a formas, figuras, colores, texturas y movimientos o animaciones, teniendo por tanto vínculos de apego más o menos fuertes con algunos de esos números, y produciendo lo que se conoce como sinestesia. Debido a que dicha pericia también afecta a la forma en que percibe el lenguaje y las palabras, podemos decir que tiene una especial capacidad para el aprendizaje de diferentes idiomas que no decae con el aumento de la edad. Le gusta hacer correcciones y buscar errores en los diferentes textos que lee o que, simplemente, se encuentra. Ha creado un idioma único, que utiliza en su propio entorno, en el que abundan los palíndromes1 porque le encanta descubrir ocasiones en las que poder utilizarlos. Le une un fuerte lazo con la música, desde pequeño, que le ayuda a mantenerse sereno y tranquilo en ciertos momentos de estrés. Así mismo, uno de sus principales refuerzos son los cuentos de hadas o las historias mágicas, no solamente por su lectura, que le apasiona, si no también por la escritura en la que se inicia a la temprana edad de 8 años. Su forma geométrica favorita es el círculo, y su juego el ajedrez. Le gusta mucho cocinar porque siente que adquiere un estado de relajación insuperable, que le ayuda a mejorar sus habilidades sociales y de comunicación. Este tipo de situaciones favorecen una sensación de desahogo y fluidez, aumentando su deseo de explorar algo más de cercanía con el mundo social, en el que ha ha aprendido a vivir con su particular nivel de integración.
Sus hermanos, un total de ocho, con los que siempre ha compartido un hogar, la mesa a la hora de cenar, los chapuzones en la bañera, los deberes diarios y juegos en el jardín, le proporcionaron el primer empujón y trampolín desde el que se zambulló en las habilidades sociales, que fue perfeccionando gracias a la interacción con todos ellos. Aunque solo los menciona en determinados acontecimientos importantes y no demuestra claramente un afecto por ellos, Daniel sabe que su amor es incondicional tanto por Lee, como por Claire, Steven, Paul, María, Natasha, Anne-Marie y Shelley. Quizá, por quién siente una unión más intensa es por Steven, que también fue diagnosticado con el Síndrome de Asperger. De la misma forma ocurre con sus padres, a los que admira y honra por su gran aceptación y comprensión de la situación. Creo que es importante aprender de este intenso relato a imitar a Daniel en aspectos como su persona, ya que es alguien que jamás juzga lo diferente y aprecia en ello lo maravilloso de ser distinto. Como muchos de nosotros, en su vida han ocurrido acontecimientos que recuerda en la actualidad como meras anécdotas: lo mucho que le ha costado lograr alcanzar ciertas metas, como por ejemplo el hecho de saber diferenciar entre la derecha y la izquierda, montar en bicicleta sin ruedines, atarse los zapatos (¡y ni qué decir de la corbata!), nadar sin ayudas de flotadores… Al final, afortunadamente, podemos celebrar que ha terminado formando una familia junto a su marido, Neil, y un gato al que adora. Afronta su homosexualidad de forma natural no viéndolo como algo fuera de lo normal y, por tanto, no siendo un inconveniente para él. Creo que es una de las decisiones más complicadas que se pueden tomar en la vida, y Daniel ha superado con creces el proceso de elección de alternativas y afrontamiento del problema. Ha sido, y es, un hombre que ha crecido y vivido sintiéndose mayormente aceptado y acogido en sociedad, se ha dejado querer y ha sido querido.
Es espectacular observar, en un breve texto, debido a que resume una extensa vida, el gran cambio y evolución que se produce desde las edades tempranas a las edades adultas de Daniel. Por un lado, en sus inicios, detectamos la auténtica necesidad de vivir en un mundo predecible y de mantener una rígida rutina para casi cualquier acción llevada a cabo en su más cercano ambiente. Por otro lado, en un principio, era habitual compartir con él el sufrimiento de las múltiples visitas, poco exitosas, a médicos, las considerables auto-agresiones, sus continuas obsesiones, un pernicioso rechazo por parte de sus compañeros de colegio, así como la poderosa hipersensibilidad a ruidos muy fuertes y a la luz. Por último, como consecuencia de una amplia variedad de factores, existe en él un miedo muy leve ante situaciones peligrosas, unos comportamientos algo desconcertantes, si bien contextualizados eran mucho más comprensibles; a veces mareos, problemas para dormir y dificultad para concentrarse, una permanente huida del contacto ocular, aunque la práctica diaria es de gran ayuda para terminarla de dominar; ciertos movimientos estereotipados, o bien el perfeccionismo que roza límites insospechados, y ni que decir tiene cuando se le confunde con una persona maleducada de cara a las situaciones sociales que le parecen complicadas. En la última parte de la obra, donde se contempla su madurez, se puede observar claramente su fenomenal adaptación al lejano mundo que veía en nosotros, pudiendo llevar a cabo una día a día prácticamente normalizado. Desde mi punto de vista, puede considerarse alguien afortunado por las personas que ha ido encontrando en las diferentes etapas de su vida, ya que le han ayudado y entendido en todo momento. También le han sabido valorar por sus aptitudes sin importar lo demás. Aunque, es cierto, que Daniel termina se dedicándose, gracias a sus experiencias pasadas, y se aplicando sus conocimientos por y para ayudar a las personas que están en su misma, o similar, situación.
A pesar de odiar el estar lejos y fuera de su casa, es al final esa experiencia la que le lleva a entender que el ser diferente no es malo. Siempre fue uno de sus mayores miedos, tal y como expresa en innumerables ocasiones en sus páginas, pero la historia de superación se repite, una vez más. Si alguien quiere y así lo desea puede llegar a tener los mismos derechos que cualquier otra persona. Obviamente, Daniel ha tenido que hacer un mayor esfuerzo para enfrentarse al mundo, debido a sus principales limitaciones, pero eso no le ha impedido poder elegir hasta dónde quería llegar. No fue a la universidad, pero desde luego no por falta de capacidades para ello, y en cambio ha conseguido otros muchos retos que han supuesto para él una grata consecución de metas y destrucción de barreras: llega a vivir y trabajar en varios países, grabar programas de televisión y rodar películas sobre sí mismo. Aún así, prefiere pasar su tiempo en casa porque es dónde más cómodo se siente, lo que no sorprende si llegas entrar de verdad en su pequeño, enternecedor y fascinante mundo. Desde ese rincón, expresa maravillosamente bien los sentimientos o pensamientos que tiene una persona con autismo cuando se topa con un mundo y una sociedad como las actuales.
Como lectora apasionada, quizá la única crítica constructiva que debo hacer es que ¡me he quedado con ganas de descubrir más al finalizar cada capítulo! ¡Exprimir hasta las portadas! Hay ocasiones en las que se extiende en aspectos que, personalmente, considero menos relevantes; pero en cambio no se detiene nada en otros de los que me gustaría saber más. Quizá cuenta con mucho detalle su vida a edades tempranas, quiero creer que tiene motivos importantes para ello, ya que posiblemente fue una de las etapas más duras de su vida que dejó un profunda huella más adelante. He de decir que la mayoría los libros que he leído sobre autismo siempre rondan el mismo periodo de edad, y Born on a blue day precisamente me ha cautivado por una continuación y un movimiento hacia momentos posteriores, pensamientos y sentamientos ya asentados. Igualmente, Daniel nunca deja ningún cabo suelto ya que aporta, si así lo considera, conocimientos sobre diferentes aspectos del autismo, dando información. Ésta, además, es de agradecer que sea actual y con autores reconocidos.
Para terminar, me gustaría compartir un documental del programa «Gente extraordinaria» con un capítulo titulado «Una mente privilegiada», dedicado a Daniel Tammet:
1 Palabras que se escriben igual al derecho que al revés.
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