Nuevas evidencias sobre la asociaciĆ³n entre pesticidas y autismo

pesticidas y autismoLas mujeres que se quedan embarazadas y que llevan a término su embarazo en zonas de uso intensivo de pesticidas para uso agrícola tienen un 60% más de probabilidades de tener un hijo con autismo u otros trastornos del desarrollo, el riesgo es mayor cuando la exposición se producen entre el segundo y el tercer trimestre de embarazo, según un nuevo estudio(1) publicado por investigadores de la Universidad de California Davis.

El estudio, llevado a cabo en zonas de cultivo de California, examinó las relaciones entre clases específicas de pesticidas, incluyendo organofosforados, piretroides y carbamatos, aplicadas durante los embarazos de las participantes en el estudio y los diagnósticos posteriores de autismo y otros desordenes del desarrollo en su descendencia.

Este estudio valida los resultados de otro anterior que obtuvo una asociación entre tener un hijo con autismo y la exposición prenatal a sustancias químicas agrícolas en California“, explica Janie Shelton F., estudiante de posgrado de la UC Davis y primera autora del artículo. “Aunque todavía tenemos que investigar si ciertos subgrupos son más vulnerables a la exposición a estos compuestos que otros, el mensaje es muy claro: Las mujeres que están embarazadas deben tener especial cuidado en evitar el contacto con productos químicos agrícolas siempre que sea posible.

A nivel estatal, en California, se utilizan alrededor de 91 millones de kilos de pesticidas cada año, la mayor parte en el Valle Central, al norte del valle de Sacramento y al sur con el Imperial Valley, en la frontera entre California y México. Si bien los plaguicidas son fundamentales para la industria de la agricultura moderna, ciertos pesticidas de uso común son neurotóxicos y pueden ser una amenaza para el desarrollo del cerebro durante la gestación, lo que podría resultar en un retraso en el desarrollo o autismo.

El estudio se llevó acabo cotejando los datos de uso de pesticidas comerciales combinados con los datos poblacionales de 970 participantes inscritos en el programa CHARGE (Childhood Autism Risks from Genetics and Environment). Se cotejaron ambos conjuntos de datos entre los años 1997 al 2008. Los investigadores encontraron que durante el período del estudio, aproximadamente un tercio de los participantes del estudio CHARGE vivía en las proximidades, entre 1,25 y 1,75 kilómetros, de los lugares de aplicación de pesticidas comerciales.

Hemos trazado donde vivieron durante el embarazo y en el momento del nacimiento. En California, quienes usan pesticidas deben informar lo que están aplicando, en qué están aplicándolos, las fechas en que se realizaron las aplicaciones y cuánto se aplicó.“, informó Hertz-Picciotto, una de las participantes del estudio y especialista en epidemiología. “Observamos varias clases de pesticidas de uso común usados en las cercanías de las residencias de las madres cuyos hijos fueron diagnosticados autismo o que habían presentado retrasos cognitivos u otros problemas de desarrollo.“.

Veintiún compuestos químicos fueron identificados dentro la clase de organofosforados, incluyendo clorpirifos, acefato y diazinón. La segunda clase más comúnmente aplicada de plaguicidas piretroides, de los cuales un cuarto de los cuales eran esfenvalerato, seguido de permetrina lambda-cihalotrina, cipermetrina y tau-fluvalinato. El ochenta por ciento de los carbamatos son metomilo y carbaril.

Los organofosforados aplicados en el transcurso del embarazo se asociaron con un riesgo elevado de trastornos del espectro del autismo, particularmente para aplicaciones de clorpirifos en el segundo trimestre. Los piretroides fueron moderadamente asociados con el trastorno del espectro del autismo inmediatamente antes de la concepción y durante el tercer trimestre. Los carbamatos aplicados durante el embarazo se asocian con retrasos del desarrollo.

Al ser estos pesticidas neurotóxicos, las exposiciones intrauterinas durante el desarrollo temprano puede distorsionar los complejos procesos de desarrollo estructural y la señalización neuronal, produciendo alteraciones en los mecanismos de excitación e inhibición que regulan el estado de ánimo, el aprendizaje, las interacciones sociales y la conducta. Por ejemplo, esto lo podemos advertir en las minicolumnas de la corteza cerebral, las cuales presentan alteraciones en personas con autismo.

Durante el período de gestación, en el cerebro del bebé se está desarrollando un sistema de sinapsis y conexión neuronal, donde los impulsos eléctricos se convierten en señales químicas neutorasnmisoras, de forma que los mensajes saltan de una neurona a otra. La formación de estas uniones es realmente importante y bien puede ser donde estos plaguicidas están operando afectando al proceso de neurotransmisión“, dijo Hertz-Picciotto.

El hecho de que la prevalencia del autismo varíe de unas zonas a otras en los EE.UU., por ejemplo, un niño que nazca en California tiene muchas más probabilidades de tener autismo que uno que nazca en Alabama, induce a pensar que aspectos relacionados con el ambiente de la región pueden estar directamente relacionados con este hecho. Un ejemplo podemos verlo en las poblaciones de abejas, mientras en los EE.UU. el “Problema de colapso de colonias” conocido internacionalmente por “Colony Collapse Disorder” CCD por sus siglas en inglés, sigue sin solución y avanzando, en Europa empieza a remitir tras la prohibición de uso de determinados pesticidas. Un estudio publicado en la revista Bulletin of Insectology muestra una relación entre el uso de neonicotinoides (un tipo de pesticida) y la muerte en masa de las abejas.

Mapa del autismo en EE.UU. Clic para ir a la web original
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Y precisamente para poder establecer relaciones entre geografía y efectos en la salud un equipo de investigadores llevaron a cabo un estudio centrándose precisamente en la incidencia geográfica con alteraciones de la salud(2). Y se encontró una fuerte correlación entre las tasas de autismo y malformaciones del sistema reproductivo del hombre, que puede ser causada por las toxinas ambientales. Andrey Rzhetsky, profesor en el departamento de genética humana en la Universidad de Chicago, lideró un equipo que analizó la información de casi 100 millones de personas, casi un tercio de la población de los EE.UU., a través de más de 3.100 condados en los 50 estados. El equipo se centró en el diagnóstico de TEA, pero también incluyeron los diagnósticos de discapacidad intelectual (DI), con el fin de dilucidar las posibles diferencias en las causas de los dos trastornos.

Uno de los aspectos que buscaron los investigadores fueron malformaciones en los genitales en varones, de forma que se utilizaron estas malformaciones genitales como un bioindicador de que algo está pasando. Entre las conclusiones del estudio observamos que a mayor cantidad de malformaciones en los niños, mayor es el número de niños diagnosticados de autismo; de hecho se observó un aumento en la incidencia de los TEA en un 283% por cada porcentaje de aumento en la incidencia de malformaciones.

Ante el inmenso tamaño de la muestra (unos 100 millones de personas), podemos entender este estudio como muy válido para fortalecer la relación tóxicos con alteraciones del neurodesarrollo, aunque quizá la metodología deba ser mejorada para poder establecer criterios más sólidos de correlación entre un evento y otro. Estamos ante una relación matemática, que no tiene porqué ser causal, pero dado el ingente volumen de estudio merece la pena incidir en futuros estudios.

Sin embargo, el impacto de sustancias tóxicas en las alteraciones en el neurodesarrollo es cada vez más evidente, el cómo los disruptores endocrinos inciden en alteraciones que, ya sea por aspectos de alteraciones genéticas -sean estas de novo o heredadas- o por impacto directo durante el proceso de gestación, cada vez se ven más relacionadas con productos como dioxinas, bifenilos policlorados, pesticidas, retardantes de llama bromados, plastificantes (bisfenol A, nonilfenol, y ftalatos)(3). En ensayos de laboratorio realizados con animales, llevando a cabo una exposición prenatal al pesticida Imidacloprid, se han observado que esta exposición induce a déficits neuroconductuales(4,5). Si tenemos en cuenta que este pesticida, de la familia de los neonicotinoides, es bastante usado para combatir pulgas y garrapatas y que es relativamente nuevo (se introdujo en el mercado en 1999), aunque su volumen de producción ha tenido un gran incremento, en realidad no sabemos exactamente qué efectos puede producir en exposiciones prolongadas en humanos. Un estudio publicado en enero de este año(6) encontró que las probabilidades de exposición prenatal imidacloprid en los niños con TEA fueron ligeramente superiores frente a un grupo de control.

En los últimos años hemos publicado varios artículos hablando de esta relación entre pesticidas y/o tóxicos y los trastornos del neurodesarrollo, autismo incluido. El mayor problema que la investigación encuentra a la hora de establecer una relación de causalidad es el derivado del sesgo en los estudios y la complejidad a la que nos enfrentamos. Por ejemplo, en el caso de abejas o modelos animales, es más fácil establecer relaciones de causalidad, podemos realizar una exposición a un determinado tóxico y ver los que sucede, sin embargo aun y así podemos obtener cierto margen de error. Hay aspectos relacionados también con la relación directa entre sustancias tóxicas y evolución, el organismo humano a lo largo de la historia ha estado sometido a infinidad de sustancias tóxicas, tanto es así que disponemos de mecanismos especializados en la detoxificación de nuestro organismo. Sin embargo en los últimos 100 años, el nivel de exposición a sustancias tóxicas se ha disparado de forma exponencial. Y hay infinidad de estudios que nos hablan de posibles situaciones de causa-efecto entre determinadas sustancias tóxicas y su impacto directo en la salud. El caso de la acrodinia es un ejemplo muy bien estudiado. Muchos de los productos sobre los cuales se demostró una relación causal directa, normalmente, han sido prohibidos para su uso, pero eso no significa que existan otros productos o combinaciones de diferentes moléculas que puedan inducir este tipo de alteraciones.

Ya el pasado año un estudio publicado en la revista Environ Health Perspectives(7) nos hablaba de contaminantes ambientales y su impacto en el neurodesarrollo en base al nivel de exposición perinatal. En el estudio los investigadores observaron asociaciones entre exposiciones y altas tasas de autismo cuando se mira en el grupo en su conjunto y sólo chicos. Sin embargo, al mirar a las niñas, no hubo vínculos estadísticamente significativas entre la contaminación y el autismo. Otro de los enigmas, que está presuntamente relacionado con la forlateza genética, que en las mujeres es mayor que en los varones. Aunque no solo los pesticidas se relacionan con autismo, un reciente estudio viene a relacionar también los pesticidas con el Parkinson(8) , y sobre este tema también hay muchos estudios sobre la relación entre tóxicos y el desarrollo del Parkinson. Y si ampliamos las búsqueda, veremos como esto también sucede con alergias, enfermedades autoinmunes, cáncer,…, es decir, que el cuerpo de evidencia que indica esa relación salud-pesticidas está ahí, ahora solo falta poder establecer la relaciones causales exactas.

La propia Unión Europea inició en el año 2006 el proyecto PHIME para medir el impacto de tóxicos a largo plazo en la población, aunque este proyecto se quedó parado en el 2011 ya puso sobre la mesa bastantes correlaciones directas entre tóxicos y salud humana. No obstante, aun nos queda mucho camino por delante, aunque si hay algo que es obvio, y que aunque no sepamos ponerle exactamente nombre y apellidos, la relación tóxicos-salud está ahí.

Bibliografía:

  1. Janie F. Shelton, Estella Marie Geraghty, Daniel J. Tancredi, Lora D. Delwiche, Rebecca J. Schmidt, Beate Ritz, Robin L. Hansen, Irva Hertz-Picciotto. Neurodevelopmental Disorders and Prenatal Residential Proximity to Agricultural Pesticides: The CHARGE Study. Environmental Health Perspectives, 2014; DOI: 10.1289/ehp.1307044
  2. Rzhetsky A, Bagley SC, Wang K, Lyttle CS, Cook EH Jr, et al. (2014) Environmental and State-Level Regulatory Factors Affect the Incidence of Autism and Intellectual Disability. PLoS Comput Biol 10(3): e1003518. doi:10.1371/journal.pcbi.1003518
  3. Kajta M, Wójtowicz AK. Impact of endocrine-disrupting chemicals on neural development and the onset of neurological disorders. Pharmacol Rep. 2013;65(6):1632-9.
  4. Abou-Donia MB, Goldstein LB, Bullman S, Tu T, Khan WA, Dechkovskaia AM, Abdel-Rahman AA. Imidacloprid induces neurobehavioral deficits and increases expression of glial fibrillary acidic protein in the motor cortex and hippocampus in offspring rats following in utero exposure. J Toxicol Environ Health A. 2008;13:119–130. doi: 10.1080/15287390701613140
  5. Sheets L. A developmental neurotoxicity study with technical grade imidacloprid in Wistar Rats. Laboratory report number 110245, Stilwell, Kansas: Bayer Coroporation, Agriculture Division, Toxicology, MRID 45537501; 2001.
  6. Alexander P Keil, Julie L Daniels, and Irva Hertz-Picciotto. Autism spectrum disorder, flea and tick medication, and adjustments for exposure misclassification: the CHARGE (CHildhood Autism Risks from Genetics and Environment) case–control study. Environ Health. 2014; 13: 3.
  7. Roberts AL, Lyall K, Hart JE, Laden F, Just AC, Bobb JF, Koenen KC, Ascherio A, Weisskopf MG. 2013. Perinatal Air Pollutant Exposures and Autism Spectrum Disorder in the Children of Nurses’ Health Study II Participants. Environ Health Perspect; DOI:10.1289/ehp.1206187
  8. A. G. Fitzmaurice, S. L. Rhodes, M. Cockburn, B. Ritz, J. M. Bronstein. Aldehyde dehydrogenase variation enhances effect of pesticides associated with Parkinson disease. Neurology, 2014; 82 (5): 419 DOI: 10.1212/WNL.0000000000000083

Como citar este artículo:
Daniel Comin (2014). Nuevas evidencias sobre la asociación entre pesticidas y autismo Autismo Diario


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1 comentario en Ā«Nuevas evidencias sobre la asociaciĆ³n entre pesticidas y autismoĀ»

  1. Es posible… con solo respirar nos estamos llenando de tantos contaminantes nocivos. Vivo en una zona agrĆ­cola… pero durante mi embarazo la pase de reposo por ser de riesgo y mi hijo es SA… no estuve expuesta a factores externos Ćŗnicamente al ambiente “limpio” segĆŗn yo de mi casa.

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