¡Bienvenida Sara Azul! Reviviendo el autismo

La historia del nacimiento de mi hija y los inicios de su lactancia.

Sara Azul con mamá

12:25 minutos del mediodía, escucho el sonido de la puerta de la habitación y un carrito rodar, aunque siento mariposas en el estomago y el corazón me galopa, no quiero emocionarme demasiado, la última vez solo era el personal de cocina con el carrito de almuerzos. La ansiedad me consume, el dolor muscular por el esfuerzo hecho se hace nada, en comparación con el estado de mi mente, han pasado ya cinco largas horas y lucho por controlarme, por no hacer una escena, por no echar a perder el momento para los demás, y en parte para mí misma. Tengo fama de ser antagónica… todos a mi alrededor ven las cosas de una manera distinta a la mía.

Que no os separen es más que una frase sobre el parto respetado, es un eslogan que late en mi mente y me rescata cada cierto tiempo del barullo feliz que hay en mi habitación, son personas muy queridas, están sentadas conversando, riendo, felicitándome por lo “valiente y fuerte que he sido en este mi segundo parto”, por lo maravilloso que ha ido todo, por “la suerte que tenemos” de que mi hija haya decidido nacer unas semanas antes, durante nuestras vacaciones en una ciudad vecina y gracias a ellos mis familiares han podido “estar a mi lado”. Su alegría es genuina y desinteresada, los veo sonrientes, repitiendo lo bella que es mi niña y realmente lo disfruto, pero no tienen ni la más ligera sospecha de que la peor parte, la más difícil y fuerte, es justamente la que vivo pasivamente junto a ellos. La verdad es que parí sola en el quirófano, ninguno estuvo conmigo, ni siquiera mi esposo, solo había una docena de desconocidos a quienes ni los rostros les veía por los tapabocas, y ahora van 5 horas de mi parto y aun estoy con los brazos vacíos, mi esposo va y viene, no recuerdo que diligencias está haciendo, aparece y desaparece, cada vez me pregunta si ya tengo a la niña y yo siento ganas de llorar al decirle que no, pero me controlo y no sé por qué lo hago, creo que trato de disfrazar mi dolor con rabia, pero ni a eso llego.

Aun no me explico cómo no explote, cómo no saltó esa pantera iracunda que vive en mi a reclamar mi derecho, a exigir que se me entregara a mi hija de inmediato, solo sospecho que mi estado mental tenía mucho que ver con mi estado hormonal.

Sí, fue todo realmente rápido, llegamos a urgencias a las 7: 00 AM y mi hija de 37 semanas y un día de gestación llegó al mundo a las 7:32 AM, en un parto natural, asistido por profesionales del personal médico de guardia que veía por primera vez en mi vida. Actuaban como un loco comando de tácticas especiales, cumpliendo su misión con un procedimiento estandarizado y sin cambios desde hace 50 años. No era la que tenia planificado, solo estábamos de vacaciones por unos días y estábamos a solo 2 días de regresar a nuestra ciudad y al cuidado de nuestro médico con el que teníamos todo listo para tener otro parto en casa. Lo que yo estaba viviendo en nada se parecía a mi primera experiencia, donde mi hijo fue recibido con mucha calma y paz, en el calor de mi propio hogar, rodeada no solo de mi médico de confianza, sino de mis familiares más cercanos, con mi esposo sosteniéndome en la posición que me sentía mas cómoda para parir: ¡De pie!, ¡Fue un maravilloso parto vertical sin ningún tipo de complicaciones!

Esta vez nada fue igual.

Rompí la membrana a las 3:30 AM estando acostada, me desperté un poco incomoda, trate de cambiar de posición, mi panza era muy grande y cuando termine de darme vuelta, se me vino un estornudo y sentí como salía el liquido y me mojaba un poco, con un embarazo tan avanzado ya era común que en ciertas ocasiones al estornudar saliera un poquito de pipí, pero cuando trate de moverme sentí como salía más y más liquido, definitivamente era la membrana rota, había roto aguas.

Mi primera emoción fue de alegría y satisfacción porque ya mi bebe había decidido nacer, me incorporé un poco y llame a mi esposo, siempre tarda un poco para despabilarse pero al escuchar, “¡rompí fuentes!” de un salto estuvo a mi lado, me preguntó varias veces si estaba segura y le dije que sí, sí, sí, estoy muy segura. Entonces nos abrazamos por unos minutos, estábamos a punto de cumplir un sueño muy añorado: ¡Nuestro segundo hijo!

Luego cada uno se puso a un lado de nuestro hijo mayor que seguía dormido, lo abrazamos, le dimos muchos besos y le susurramos que su hermanita pronto estaría con nosotros. No quería despertarlo aun, pues faltaba mucho trabajo de parto y quería que descansara un poco más; sin embargo estoy segura que hubo un momento cuando mi esposo y yo hablábamos sobre las cosas que debíamos hacer de inmediato, que Diego abrió los ojos y me miró por unos segundos antes de volver a dormirse, fue cuando dije: “…Debemos hacer una maleta para mí, una para la bebe y otra para Diego por si hay que dejarlo con alguien en otra casa…”

En un parto así, sin nuestro médico, sin conocer que obstetra podría atenderme, sin siquiera saber en qué clínica de esa ciudad nuestro seguro médico cubriría la hospitalización, quería permanecer lo más posible junto a mi pequeño, porque difícilmente podría estar a mi lado durante mi parto, como yo tanto anhelaba.

Me sentí abrumada al pensar que todo lo que teníamos preparado se venía abajo, no habría parto en casa, ni parto en agua, y casi tenía la certeza de que no tendría un parto respetado, pero lo que más me entristeció fue mirar a mi niño durmiendo a mi lado y saber que no le tendría conmigo.

Yo había visualizado un parto en la piscina, con agua tibia, con mi hijo en su bañador jugando a mi lado con sus juguetes, entrando y saliendo del agua a su antojo, mientras yo iba dilatando, mientras íbamos preparándolo para que recibiera junto a nosotros sus padres a su hermanita. Él mismo le había puesto como nombre “Azul” por ser su color favorito, yo había soñado durante meses poder tomar a mi hija en brazos recién salida de mi vientre y mostrársela a su hermano, anhelaba ver su cara, su reacción.

El que piense que un parto no es una escena para un niño, es porque su idea de un parto es la que ve en ciertas películas, o piensa en uno de esos partos tecnocráticos, en donde las mujeres están descontroladas, dando gritos de dolor, irreconocibles y tan fuera de sus cabales que parecen desconocer todo los que les rodea, un parto donde traer vida es sinónimo de alaridos, dolor mortal y sangre. Un parto respetado es todo lo contrario, hay mucha, paz, serenidad, control del dolor, la mujer es respetada en sus deseos y siempre está consciente del ambiente pues se respira amor y confianza.

Diego tiene 5 años y con un poco mas de 1 año de edad fue diagnosticado con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado, dentro del espectro del autismo, tiene una memoria grandiosa y por eso estaba segura de que estar presente en el nacimiento de su hermana sería una vivencia enriquecedora que le acompañaría para toda su vida, un acto de amor que le brindaría la seguridad del que sabe de dónde viene y por qué.

Me levanté de la cama y comencé a prepararme, primero una ducha tibia relajante, luego a preparar el equipaje, mi esposo se conectó a internet y comenzó a averiguar qué clínicas cercanas podían atendernos, y luego fuimos llamando a algunos familiares, algunos fueron respondiendo, otros les molesta que se les llame a horas inadecuadas y apagan sus teléfonos por la noche, me sentía urgida por conseguir a alguien que pudiera quedarse con Diego, preferiblemente en la casa donde estábamos o en una que él ya conociera y se sintiera cómodo, pero sobre todo con personas dispuestas a jugar con él y entretenerle, nunca se había separado de nosotros por más de 6 ó 7 horas para ir a su guardería o al colegio, además los cambios y las sorpresas no son de su agrado.

Comencé a sentir más fuerte y más seguidas las contracciones, sorpresivamente el dolor no se parecía al de mi primer parto, no me dolía a nivel de la cadera/coxis, sino adelante en el vientre, por lo que no tenía referencia de que tan fuerte podía llegar a ser este “nuevo” dolor y eso me inquietaba un poco. Quería estar siempre junto a mi esposo, le pedía que no me dejara sola y si me alejaba un poco caminando por la casa, al sentir una contracción le llamaba para que viniera enseguida, él trato de darme masajes en la espalda para atenuar el dolor como en mi primer parto pero esta vez no funcionaba, así que moviéndome, caminando y cambiando de posición descubrí que en cada contracción necesitaba ponerme de pie y colgarme del cuello de mi esposo, así en esa especie de abrazo, mis manos alrededor de su cuello y las de mi esposo alrededor de mi cintura, me aliviaba y lograba pasar las contracciones, me sentía segura, confiada y amada en los brazos de mi marido; comprendí perfectamente a las mujeres que se cuelgan con sus manos de un cordel durante el trabajo de parto, esa acción alivia el dolor.

Ya eran las 6:00 AM cuando logramos coordinar con nuestros familiares, pero para esa hora ya no podíamos llevar a Diego, yo sabía que no resistiría el dolor sentada en el carro, así que tuvimos que pedirles que por favor vinieran hasta la casa, ¡Mas espera!

En cuanto sentí que el dolor se hacía más fuerte y sentía los primeros indicios de querer pujar, reconocí que pronto entraría en fase de transición y eso significaba que debía haber alcanzado ya los 8 centímetros de dilatación, ¡Debía procurar estar ya en la clínica!, -¡Quiero irme ya!- le dije a mi esposo.

Afortunadamente llegaron mis familiares, debimos pedirle a una de mis tías que nos llevara hasta el centro médico, porque yo solo sentía confianza para pasar las contracciones abrazada a mi esposo. Mientras caminaba hacia el vehículo pensaba en Diego, les estaba dejando aun dormido, me iba sin despedirme, sabía que se despertaría preguntando en su lenguaje ininteligible por su mamá y su papá y se encontraría rodeado de personas que le aman mucho pero que ve muy pocas veces al año; despertarlo y explicarle todo ya no era una opción, no había tiempo. Me fui con la firme intención de regresar lo antes posible, haría lo que fuera por hacer de nuestra separación la mínima necesaria. Me llevaba una profunda preocupación, un hueco en el alma.

Subí a la parte trasera del vehículo, con mis rodillas en el fondo del vehículo y mis antebrazos apoyados sobre el asiento, simulaba la posición yoga llamada niño y así lograba controlar el dolor. Las ganas de pujar eran imposibles de controlar, mi esposo al ver que ya pujaba con fuerza me dijo firmemente: ¡Cálmate!, ¡No pujes!, ¡Espera un poco! Ahora me causa gracia pero ese fue el único momento en que me sentí furiosa con él, a una mujer que está pariendo no le hace falta que le digan cálmate o contrólate, ¡Si le recuerdas el ejercicio que sirve para evitar pujar es mucho mas efectivo!

Al llegar a la emergencia, las contracciones eran una detrás de la otra, tuve que esperar pasar una contracción para poder bajarme del carro, y luego pasar otra para poder subirme a la silla de ruedas que trajeron, pensar que pudiera alcanzarme una contracción estando sentada en esa silla ¡me llenaba de pánico!, Realmente hubiera preferido ir caminando y poder detenerme y agarrarme de mi esposo cuando viniera otra contracción, pero todos actuaban tan rápido que solo me deje llevar. Al entrar me tope con unos ojos que me miraban y reflejaban el más absoluto horror, ¡Eso era miedo total! Era una joven embarazada, así supe que mi aspecto era impresionante, tome aire y trate de guardar mejor la compostura, porque no quería asustar a esa otra futura madre, parir no es fácil pero es una experiencia que considero irreemplazable.

Entramos a la emergencia, me recibió una enfermera me trajo ropa de hospital para cambiarme y llamo de inmediato a la médica residente, ésta al verme me pidió que me subiera a una camilla para examinarme, recuerdo que pensé: ¡Y cómo me subo a esto Dios mío! ¿Han notado lo alto que son las camillas? Están diseñadas para la comodidad del personal médico, no para el paciente que debe subirse a ellas y el banquito para apoyarse no siempre está disponible. Mientras planificaba en mi mente cómo abordar a la camilla la médico me increpó a subir, me hablaba como si yo no pudiera comprender su idioma, como se le habla a un niño muy pequeño, creo que ella pensaba que yo no entendía sus órdenes. Vino una contracción, la enfermera me sostuvo y pasó sus manos por mi cabello, escuche que decía:

-Espere Doctora a que le pase la contracción para ayudarla a subir.

Sentí un profundo agradecimiento porque alguien ponía en palabras mis pensamientos. Ya en la camilla, la doctora me hizo un tacto, apenas me tocó levantó la cara para mirarme incrédula, la escuche decir más para ella misma que para los demás presentes:

-¡Es que tiene los 10 centimetros completos!, ¡Que la suban a quirófano ya porque puede parir aquí!- dijo, como si no pudiera concebir que una mujer pariera fuera de un quirófano.

Sentí que venía otra contracción y veloz me bajé de la camilla para agarrarme a mi esposo, la enfermera trató de agarrarme pero escuché que mi esposo la detuvo al decir:

-Ella sabe qué hacer, está preparada, hicimos un curso y este es su segundo parto-. También agradecí tener a mi esposo a mi lado y que explicara que no necesitaba intervención porque yo ya no podía hablar, las contracciones eran muy seguidas y me costaba pensar en nada que no fuera pujar. Aun estaba parada en la emergencia cuando sentí que la bebé estaba a punto de coronar, sentí por un breve momento el ensanchamiento y el ardor característico, así supe que la amenaza de nacer allí mismo era real.

Llego el camillero y nuevamente debí ascender a la altura de la camilla, ahora casi desnuda, el enfermero pretendía trasladar a una paciente acostada e inmóvil, pero yo no podía estar tumbada de espaldas y menos mantenerme quieta, así que con cada contracción me incorporaba mientras el hombre literalmente corría por los pasillos empujando la camilla. Al llegar al ascensor vi que el camillero le hizo señas a mi esposo de que no subiera al ascensor, la puerta se cerró mientras yo en plena contracción no podía decir nada, apenas paso grité:

– ¡Mi esposo!

-Ya viene subiendo señora- me dijo el enfermero, tonta de mi que le creí.

Entonces me concentré en mantener mis manos y pies dentro de la camilla porque de pronto recordé que había leído que a algunas parturientas por las prisas que llevan en el traslado las chocan contra las paredes, marcos o puertas y luego quedan con brazos o pies adoloridos y eso les reduce la movilidad, y en un parto inmovilidad es igual a aumento de dolor.

Entramos al quirófano, pude ver cómo estaban terminando de armar la temible cama con estribos, sentí pánico al ver los soportes para las piernas porque significaban que me obligarían a ponerme en la peor posición que existe para parir: ¡En posición de Litotomía!, ¡Tumbada de espalda con la piernas elevadas!; La organización mundial de la salud (OMS) desaconsejó esta posición desde que yo tenía 12 años, y aún millones de mujeres son obligadas diariamente a ponerse en esa posición para parir, es una posición que impide el movimiento, ralentiza el descenso del bebé por el canal de parto e intensifica el dolor pues te obliga a apoyarte sobre la cadera.

¡Sentí el impulso primitivo de huir!, Pensé en la adrenalina circulando en mi y retrasando mi parto y trate de bloquear ese deseo de escapar, ¡Escuchaba como 100 voces allí adentro!, había un montón de personas en un frenesí de tareas, todas hablaban entre sí pero ninguna se dirigía a mi más que para darme las ordenes absolutamente necesarias, yo era ignorada, no existía, nadie me saludó ni se presentó, yo no sabía quién era el obstetra, el pediatra, anestesiólogo o el enfermero.

Alguien dijo ¡Súbete a la mesa!, y yo nuevamente con una contracción pensé: ¿Es que nadie aquí sabe que no me puedo mover, ni hablar, cuando tengo una contracción?, Entonces sentí como me movían para pasarme a la mesa en plena contracción, al moverme el dolor aumento pero logré controlarlo y al tocar la mesa ya estaba aliviándose, no tuve tiempo ni de informar que para moverme debían esperar a que no tuviera una contracción porque eso hace que el dolor suba, creía yo que eso sería de su interés, pero las manos que me halaban sin contemplaciones hacia el final de la mesa me hizo entender que eso no era de su interés; otras manos me subían las piernas a los soportes y otras ponían mis brazos hacia atrás.

Creo que dije ¡Ya va! cuando llego la contracción y luego sin poder evitarlo me trate de incorporar, necesitaba estar al menos sentada, así que por instinto me cogí a las barandas usando toda mi fuerza y logré mantenerme lo más que pude en esa posición que era lo más cercano que podía simular a una posición de cuclillas, pero tomaron mis manos y las soltaron de las barandas laterales, la mano derecha me la llevaron hacia un posamanos totalmente inútil porque quedaba casi pegado de un costado de la cama y no me permitía apoyarme para levantarme y el brazo izquierdo lo sostuvo con fuerza una enfermera para colocarme una vía intravenosa y una botella de solución.

Significaba que ese brazo lo tendría atado a la botella de suero y eso reduciría mi movilidad:

¡No quiero suero!- aclare

La enfermera buscó con la mirada al que entonces supe era el médico obstetra:

¡20 de syntocinon!- grito el médico

De inmediato reconocí el nombre comercial de ese medicamento, Syntocinon es oxitocina sintética, algo que quería evitar a toda costa por los efectos adversos que tiene en el bebé, disminuye su frecuencia cardiaca y aumenta el estrés; además era totalmente innecesario para mi caso, que tenía un trabajo de parto veloz, que estaba totalmente dilatada y mis contracciones eran eficaces.

-No quiero oxitocina!- dije firmemente

Hubo unos instantes de silencio, luego escuche a una enfermera decir a manera de explicación:

-¡Ella y que hizo un curso!

Yo quería añadir, no solo hice un curso, ya parí sin anestesia y sin oxitocina en mi casa, pero no podía hablar ante la siguiente contracción, y justo en ese momento, la enfermera tomó mi brazo con fuerza y lo llevó hacia atrás nuevamente y dijo:

-¡Pero la vía si te la voy a poner!

Al mismo tiempo un enfermero me decía: ¡Baja!, ¡Baja un poco más! Quería que me acercara más a la orilla de la mesa pero los mismos soportes de las piernas me lo impedían, ellos trataron de jalarme hasta que pude hablar y soltar una de mis manos para indicar tocando los soportes metálicos: ¡Esto me impide bajar!

Se quedaron desconcertados por unos segundos, entonces uno de los enfermeros se percató:

-Esto está mal colocado, esta para operar no para parto- y comenzaron a desarmar y arreglar nuevamente los soportes de las piernas.

Alguien preguntó al médico que resultó ser el anestesiólogo: ¿Cuánto tiempo tenias sin atender un parto?

El anestesiólogo hablo acompañándose con un gran gesto: ¡Años!, ¡Ya ni me acuerdo cuando fue el ultimo!

¡Dios mío!, El resto del personal presente en mi parto comenzó a comentar y ninguno podía recordar cuándo fue el ultimo parto vaginal que habían atendido, solo hacían cesáreas.

Al fin estaba colocada en la posición que ellos deseaban, ya podía pujar sin reservas, solo mi brazo izquierdo estaba libre y a cada contracción me agarra de la baranda y levantaba un poco el torso pero debía usar toda mi fuerza y eso me iba a agotando más y más. Entonces una enfermera me dijo: Tengo que limpiarte porque hay un poquito de heces.

Me extrañó que se tomara el tiempo para explicarme su próximo paso, porque hasta ahora todo lo hacían sin anunciarlo, sin informarme y mucho menos consultarme, al instante supe por qué lo hacía.

Imaginen un musculo que está totalmente tirante, que está en su máximo estiramiento, al grado de que se siente caliente, se siente que arde de lo estirado que está y entonces le echas un líquido helado y lo frotas con un paño para limpiarlo. Los músculos que rodean el canal de parto, toda esa mucosa y el perineo en una mujer que esta coronando, es decir que ya la parte superior de la cabeza del bebé se puede ver, están muy sensibles y estirados, una manipulación brusca puede favorecer que haya desgarramiento y qué decir del cambio brusco de caliente a frío. En el parto humanizado, colocan paños calientes y si es un parto en el agua, ésta siempre es tibia, es algo básico: el frío contrae el calor dilata. Solo puedo decir que no sé cómo no me desgarré en ese mismo instante porque rápidamente llego la siguiente contracción y mi niña empujaba para salir, ya su cabeza estaba casi afuera.

Entonces sentí como el dolor más intenso que haya sentido jamás, no se parecía a nada de lo que había vivido hasta ese momento, ni en el nacimiento de mi primer hijo ni nada que conociera. Un grito aterrador inundó todo el quirófano, apenas pude reconocerlo como mío, porque mi cerebro estaba como loco tratando de saber qué estaba pasando, ¿por qué un dolor así?, en milisegundos repase todo lo aprendido, todo lo leído sobre parto y entonces vino a mi mente la imagen de una maniobra que mi médico partero nos explico y nos dijo que debe evitarse en los partos sin complicaciones, consiste en colocar las manos alrededor de la vagina de la mujer y masajear o empujar con los dedos el periné tratando de “ayudar al ensanchamiento” en el momento justo de sacar la cabeza el bebé.

-Supe que eso era lo que había hecho el médico con sus manos frías y resecas en sus guantes de látex que hacen aun más doloroso el contacto con esa zona.

¡¡¡NO ME TOQUE!!! – conseguí coordinar- y lo dije tan fuerte y con tal determinación que vi la expresión del médico, él sabía que yo sabía que era innecesaria su técnica y que lo que está recomendado por la organización mundial de la salud es evitar este tipo de intervenciones. ¿Por capricho?, ¿Por moda?, No, porque es algo tan doloroso que puede ser clasificado como tortura y si el parto se desarrolla con normalidad debe evitarse cualquier procedimiento invasivo y doloroso.

Escuché a la misma mujer que había vertido líquido helado en mí, cuando habló con exasperación:

¡Es que la bebé ya está allí! – obviamente esa mujer no concibe un parto sin que el médico se pase el expulsivo introduciendo sus manos en la vagina de la mujer, intensificando su dolor cada vez.

Otra enfermera a mi lado al mismo tiempo me gritó casi pegada a mi cara:

-¡Grita con la boca cerrada!

Aun hay noches que me despierto de repente y lo primero que se viene a mi mente es esa frase: ¡Grita con la boca cerrada!

No puedo expresar cuan invadida, ofendida y menospreciada me hizo sentir esa petición, esa frase significa ¡Cállate!, es el resumen de la deshumanización absoluta del parto, de no valorar a la mujer como ser humano sino como un organismo que debe ser minimizado para que no complique o retrase sus procedimientos.

Mi médico de confianza nos explicó que si gritábamos liberamos energía, que muchas mujeres lo necesitan y debe hacer lo que les haga sentir mejor con total libertad, pero al gritar en algunos casos se perdía impulso para pujar, que si lográbamos concentrarnos y lograr la posición idónea para parir, no necesitaríamos gritar porque habría control, que esas ganas de gritar la podríamos canalizar en pujar efectivamente; en el parto de Diego no tuve la necesidad de gritar en ningún momento, con ninguna contracción grite, y cuando Diego nació tampoco necesite gritar.

Y llego la siguiente contracción, sabía que esta sería la que permitiría que mi hija terminara de nacer, pensé que el médico había comprendido mi petición, había entendido cuánto daño me hacía con su técnica atroz de empujar mi perineo, puje confiada, al fin mi hija estaría conmigo…

Primero sentí como mi niña era jalada y como las manos del médico nuevamente empujaban y me hacían retorcer de dolor y otra vez escuché esos alaridos que no parecían ni míos ni humanos, el médico la arrancaba de mi sin esperarme, sin considerar que si la bebé salía lentamente, solo con el empuje de mi contracción era menor el riesgo de desgarro; el médico con su urgencia aprendida y su protocolo obstétrico me robaba el momento de parir a mi hija con mi control, voluntad y fuerza.

¡Pero Sara había nacido!, ¡Mi princesa tan esperada ya estaba aquí! , ¡La oía llorar por primera vez! Deje de lado todo lo demás y abrí los ojos buscando a mi hija con desesperación, al fin la tendría conmigo y nada más me importaba…

Pero no la veía, trate de incorporarme para verla pero el médico ya no la tenía, sentí una opresión en el pecho, una angustia infinita, busque a mi bebé y pude darme cuenta que había sido llevada a una mesita a unos pasos, iban a revisarla lejos de mí y desde ese momento comenzó mi pedido:

¡Tráigala!, ¡Démela!, ¡Póngala aquí en mi pecho!- Estaba muy cansada no solo por el esfuerzo físico sino por el tremendo esfuerzo de mantener la concentración y tratar de responder lo mejor posible a los procedimientos que sin mi consentimiento informado se ejecutaban en ese quirófano, algunos muy alejados de mi plan de parto. Mi voz parecía no tener la potencia necesaria para hacer obedecer mis deseos, o quizás aquellos oídos no entendían que no se trataba de deseos sino de derechos: Estar con mi hija, pegarla a mi pecho y brindarle mi calor.

En mi cabeza revoloteaban no solo las palabras de mi médico personal, sino todo lo aprendido sobre crianza natural, apego, parto respetado, violencia obstétrica, pensaba en la necesidad de mamá y bebé de conocerse de inmediato, en el reflejo de succión, en la oportunidad de iniciar la estimulación de la lactancia materna la primera hora de vida. Siempre que leí que mamá y bebé eran separadas, no podía entender cómo esas madres y padres permitían aquello, ahora comienzo a entender, es que no te dan tiempo para razonar, un procedimiento sigue al otro y el foco está dirigido a facilitarse su propio trabajo, a tratar todos los partos como si fueran enfermedades de alto riesgo de muerte. Hoy sé que ambos padres, tanto el papá como la mamá se encuentran en un estado mental muy especial que los hace muy vulnerables.

¡Tráigala aquí!, ¡Démela ahora! -Vi como la frotaba con un paño y añadí- ¡No le quite todo el vernix, solo el exceso!, escuche cuando la mujer me dijo: ¡Esta bien! Y pensé que había comprendido mi petición, luego vi como abría un paquete de sondas, sabía que era para usarlo en el doloroso procedimiento de aspirado del bebe, algo que ya fue exonerado del protocolo de partos, trate de hablar para impedirlo pero en ese momento el médico había comenzado a halar del cordón umbilical que aun colgaba de la placenta dentro de mí.

-¿Pero qué hace éste hombre Dios mío? -El Doctor obviamente desconocía mi plan de parto, porque todo fue de imprevisto, yo no deseaba este tipo de intervención, pero es un deber del médico consultar a la parturienta, es parte de la ley que ignoran sin que les pese.

No pude impedir que tirara y tirara para sacarla a pesar de que le explique que quería esperar a expulsarla de forma espontánea, se lo dije claro y fuerte: ¡No haga eso!, ¡No hale el cordón!, ¡No saque la placenta manualmente, deme unos minutos, yo tardo un poco para alumbrar! En mi parto anterior tarde alrededor de 40 minutos para iniciar el alumbramiento, así que sabía que tomaría un poco de tiempo, puse la cabeza en la camilla para tratar de relajarme y esperar a que nuevas contracciones comenzaran el trabajo de expulsión de la placenta, pero podía sentir la inquietud del personal médico, uno de los enfermeros me dijo que me masajeara los pezones para tratar de activar las contracciones, ¡me pareció tan ridículo! Si la mejor estimulación seria tener a mi bebe pegadita a mi mamando y sin embargo tardaban tanto para traerla, me sentí tan estúpida tocándome delante de toda esa gente, me pareció tan humillante, entonces sin más sentí como el médico arranco la placenta con sus manos, creo que lo del masaje solo fue una distracción para poder hacer lo que siempre estuvo en su protocolo. Ni siquiera vi la placenta, para ellos solo se trataba de un desecho.

Ya no tenía sentido protestar, ya estaba hecho, debía concentrarme en pedir que me trajeran a la niña y termine gritando:

¡Tráigame a la bebé!, -y la enfermera finalmente la acercó-, pretendía solo mostrármela, pero insistí y despeje mi pecho para que la pusiera sobre mí. Sentí su cuerpecito húmedo y tibio, la abrace, la bese, nos miramos, le dije ¡Bienvenida Sara yo soy tu mamá! Su olor, su piel, su mirada, su calor… toda esa información mutua fluía entre nosotras…

Entonces escuche a la profesional decir mientras se acercaba:

¡Ayyy, pobrecita la bebé aquí hay mucho frío!- dijo la enfermera mientras la retiraba con rapidez de mi pecho.

Hoy esa frase me parece una falta de respeto, un insulto, pero en ese momento me sorprendió y no supe reaccionar, en ese momento no estaba en condiciones de entender por qué, pero ahora sé que esa frase me parece ofensiva porque se usa para manipular y hacer sentir culpable a la madre que prefiere mantener a su hija en su pecho en lugar de que se la lleven a la incubadora, le hacen creer que en el pecho no estará calentita como en la maquina, cuando esa máquina jamás podrá sustituir el calor humano y el contacto físico tan necesarios para el desarrollo infantil.

Mientras veía con desesperación como la alejaban de mí, sentí nuevamente un dolor punzante en mi vientre que me dejo totalmente sorprendida, otra vez un dolor desconocido, ¿que podía estar pasándome ahora para tener un dolor así pues ya la niña había nacido y ya no tenía la placenta?

¿Qué hace? -Pregunté y traté de incorporarme, pero de inmediato una mano sobre mi pecho con mucha fuerza me llevo hacia atrás, pude ver que sobre mi barriga estaban extendiendo unas gasas grandes, parecían paños de limpieza y entonces lo supe, me estaba aplicando el procedimiento médico de “limpiar” el útero, tal cual como si fuera una vitrina que limpias con un paño. De inmediato grite: ¡No lo haga!, ¡No me limpie!, ¡Eso no es necesario!

El Doctor me respondió: ¡Si es necesario!

¡No lo es!- Insistí- ¡No siga todo eso sale lentamente y sin necesidad de que intervenga!

El médico detuvo el procedimiento pero antes de hacerlo, aun movió su mano limpiando y causándome dolor mientras la sacaba de mi interior. Eso me molesto porque sabía que era un engaño más, eran tantas las emociones, tantas cosas por las que debía estar alerta que no podía con todas.

Entonces me di cuenta de que no pude pedir que no cortaran el cordón umbilical hasta que dejara de latir porque simplemente mientras yo me recuperaba de pujar, ellos ya habían pinzado el cordón y cortado de inmediato, sin mi permiso, sin siquiera preguntar. Tampoco estaba segura si habían hecho episiotomía pero de solo pensarlo se me aceleraba tanto el corazón y sentía tanto horror, lo consideraba tamaño abuso, que algo en mi interior bloqueaba esa pregunta en mi mente, era como si me quería proteger de sentir semejante dolor emocional en ese preciso momento, algo me decía no puedes lidiar con eso ahora, déjalo para después, ya la niña nació, concéntrate en lo importante, ¡La bebé!

Sentía que mil emociones burbujeaban en mi cuerpo y ninguna terminaba de expresarse totalmente. Algo en el ambiente, en la actitud de los profesionales, en los procedimientos, hacía que sintiera que debía apegarme a sus reglas si quería ver a mi hija, algo hacia que sintiera que mientras más exigiera mas se tardaban, mientras mas pedía modificar sus protocolos mas los querían “cumplir por mi bien”. Esa es la suma de todo, lo que no se dice con palabras sino con acciones: Si quieres a tu hija debes obedecer… ¡y la tendrás solo cuando ellos lo decidan!

Estuve 1 hora en el pabellón de observación, totalmente incomunicada, pedí que viniera mi esposo y me dijeron que allí no puede entrar nadie externo porque se contamina, pedí que trajeran a mi niña, y me informaron que los bebés no pueden ir a ese lugar porque es muy frío, pedí ir yo hasta el retén de niños y me dijeron que era en otro piso y que no podía levantarme todavía porque podía desmayarme y hacerme daño.

Sin embargo a cada rato entraba a la controlada área de recuperación personal de la clínica, incluso algunos venían con su ropa de calle y apenas un tapaboca, algunos eran parte del personal de guardia que por alguna razón hace la guardia desde sus casas y por eso no lograron llegar a tiempo a mi parto, anestesistas, pediatras, cirujanos, todos se fueron reuniendo allí y se contaban las anécdotas de por qué no habían llegado a tiempo por lo rápido que fue el parto, y es que todo ocurrió en 32minutos. Me saludaban alegremente y con admiración, hasta querían conversar conmigo para saber porqué había llegado a la emergencia ya pariendo, no podían creer que yo hubiera decidido hacer la mayor parte del trabajo de parto en casa y sin epidural, una mujer con un parto natural rápido, sin anestesia y controlado era una gran novedad. Según ellos el parto había sido maravilloso, una pediatra me saludo y luego me dijo:

-¡Vaya! ¡Con que aun existen las mujeres que paren!

Yo solo escuchaba y acumulaba esa información en algún lado de mi cerebro porque lo único que realmente podía pensar era en ¿Dónde está mi hija?, ¡La necesito ya!

Cuando finalmente me trasladaban a la habitación, en el pasillo fuera del área de recuperación pude ver a mi esposo y a dos de mis tías esperándome. Es una imagen que nunca olvidare, sus caras de felicidad, sus miradas de admiración, no sé cuantas frases dijeron sobre lo “magnifico” de mi parto. Sobre lo preciosa que era mi bebé, la habían pasado por allí de camino al reten y se la habían presentado a su padre. ¡Estaban tan felices! Yo no sabía qué sentir ni qué decir, sobre todo cuando me dijeron que habían oído desde allí mis gritos. Creo que lo único que quería saber era sobre mi bebe ¿La vieron?, ¿Dónde está? En el retén en otro piso confirmaron.

Al llegar a la habitación privada pedí de inmediato que trajeran a la bebé, pero surgió un nuevo obstáculo: Debía esperar a que el pediatra residente la revisara, pues una vez que los bebés son ingresados a retén, pasan a ser responsabilidad del pediatra regular y no del personal de quirófano. Eso se convirtió en 4 eternas horas de espera adicionales, 4 horas de llamadas al retén para saber de la bebé, para pedir que la trajeran para amamantarla.

Pedí que trajeran a mi hijo mayor a mi lado, mi precioso niño, quería que estuviera con nosotros su mamá y su papá cuando trajeran a la nueva integrante de la familia.

Era lo mejor que podía ofrecerle a mi pequeño hijo dadas las circunstancias, durante meses le expliqué que su mamá pujaría y pujaría para sacar a su hermanita de mi vientre, le aseguré que él estaría presente y que recibiríamos a la nena con amor y alegría. Ahora me enteraba que mi hijito estaba abajo en la sala de espera y no le permitían subir hasta el piso donde me encontraba porque estaba prohibida la entrada a los niños menores de 12 años; mi hermana le explicaba que no podía subir porque era muy pequeño y mi hijo en su media lengua -pues aun no tiene desarrollado un lenguaje verbal fluido- explicaba que él no era pequeño, que él era un niño grande y que esas personas eran malas y se portaban mal porque él quería estar con su mamá.

Que agonía, otra poderosa razón para querer tomar a mi hija y regresar a casa lo más rápido posible.

Comencé a sentir mucho dolor de vientre, otro nuevo dolor que no sentí en mi primer parto, ¿Que puede ser? pensé, luego se unió un abundante flujo de sangre, parecía una canilla abierta, le dije a mi esposo que revisara y él me dijo no, no hay mucha la sangre, me sentía confundida, sentía como fluía de mi el liquido, pensé que algo andaba muy mal, pero recordé que una enfermera había entrado y me había colocado la botella de suero, me moví para leer la etiqueta, y allí grande y claro decía Syntocinon. Haciendo caso omiso a mi petición me estaban colocando la oxitocina sintética. Eso explicaba el dolor y el sangrado. Lo único que me quedaba por hacer era tratar de orinar para al menos no tener la retención diurética propia de este químico. Al levantarme para ir al baño a asearme un poco, pude notar la expresión en el rostro de mi esposo al ver la cantidad de sangre que había, la cama estaba totalmente empapada y no pudo evitar decir:

“Pero… es demasiada… la otra vez no fue así… “- luego guardó silencio, quizás para no preocuparme.

5 horas después de haber dado a luz a mi hija, cuando ya sentía la angustia apretando como nudo en mi garganta, finalmente la puerta se abrió y entró el pediatra llevando el carrito con mi bebé, todos los presentes se amontonaron alrededor de mi cama y del carrito de la niña, había exclamaciones de cariño y caras de éxtasis al ver a la pequeña Sara. Yo no tenía ojos para nada más, mis brazos se extendieron de inmediato hacia mi hija, pero el doctor no hizo ningún intento de entregármela, primero debía escuchar la información que tenía para darme, una vez mas era postergado nuestro encuentro, una vez mas era más importante que atendiera al médico en lugar de atender a mi hija. Bien podía escuchar todo ese discurso con mi bebé en mis brazos mamando, pero al parecer era vital que tuviera las manos vacías para recibir los folletos que me entregaría.

-Es una niña sana, se encuentra muy bien, y le traigo esta información sobre los cuidados del recién nacido y sobre cómo debe alimentar a la niña- comenzó a explicar el médico- ella aún no ha comido, porque supe que usted pidió que no se le diera nada en el reten para usted amamantarla, ella ya tenía su tetero listo, no se lo dieron porque usted dijo que no. Es necesario ver como esta su producción de leche materna, porque si usted no produce leche todavía, la bebé lo único que va a hacer mamando de un pecho vacío es llenarse de gases, no se va a alimentar y eso puede ser muy peligroso, porque si la bebé no come puede tener una hipoglucemia, eso la llevaría a convulsionar, y son convulsiones silenciosas, es decir, que usted no se va a dar cuenta de que la niña convulsiono y va a terminar con una “autista” y lo peor es que no va a saber ni por qué…

Yo me quede en shock al escuchar todo aquello, no podía creer que un profesional de la medicina, además pediatra, se expresara así de la lactancia materna, que hablara con ese tono despectivo sobre la discapacidad…

5 horas pidiendo a mi hija, 5 horas deseando amamantarla y ahora llegaba este hombre a insinuar que mi bebe podría tener una hipoglucemia por mi culpa, por mi “necedad” de no haber dejado que le dieran formula láctea… las 5 horas que nos mantuvieron separados no cuentan, sino mi impertinencia de pedir que no le dieran biberón.

5 años aprendiendo sobre autismo, sus posibles causas, sus tratamientos…

5 años de terapias, de aprender sobre dietas y alimentación, meses aprendiendo sobre lactancia materna, sobre crianza respetuosa, 5 años de aprender sobre discapacidad…

Y justo cuando más vulnerable me siento, este hombre lanza esas palabras frente a mi…

Yo y mi método hippie de crianza podían causarle autismo a mi hija, ese era el castigo que me imponía aquel médico porque puse en evidencia su inmenso retraso en su trabajo, ¿por qué me entregaron a la niña 5 horas después de su nacimiento? ¡Porque el médico no había llegado a hacer su ronda en el reten!

Me retaba por no haber dejado que le dieran leche artificial y sus palabras no solo delatan su profunda ignorancia del síndrome de autismo sino incluso hacia responsable a los padres del autismo de sus hijos por no alimentarles adecuadamente.

Y se lo dice a una madre que está recibiendo a una hija que es hermana de un niño con autismo, que es una bebé que genética y estadísticamente tiene un porcentaje de riesgo de tener autismo. A una madre que ha debido superar muchos miedos, muchos obstáculos para poder tener a esa bendición de Dios que es esa nueva vida.

Quería gritar y no podía, quería hacer callar a ese hombre y ni una palabra me salía, mil argumentos se agolpaban en mi mente para rebatir sus dañinas palabras pero no tenia fuerzas para hacerlo, y mientras el médico seguía hablando e inundando mis oídos con palabras que para mi eran ¡barbaridades!

-Además la leche materna no es lo que se creía antes que era una maravilla -prosiguió el doctor-, que tenía de todo, no, ahora se sabe que la leche materna puede tener sus deficiencias y es mejor estar seguros que la bebé recibe todo lo necesario dándole formula…

No pude más, por fin las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro, busqué desesperada con la mirada a mi esposo, el médico comenzó a decirme:

-¡Pero no te pongas así!

Entonces mis ojos se toparon con los de mi marido, y de su mirada, de su expresión, de la comprensión que veía allí, tome impulso para suplicarle ayuda, sin dejar de mirarlo para no perder la fuerza le dije:

-Ya no puedo seguir escuchándolo, ya no quiero oírlo mas- por fin pude expresarme, consciente de que mi esposo era la única persona presente que podía entenderme.

Todos los demás, por más que me aman profundamente, estaban tan sorprendidos de mi reacción, como el mismo médico, no sabían cómo responder, como actuar, creo que nunca habían visto a alguien echar a un médico de su habitación, el silencio era total, solo mis sollozos se escuchaban y la voz de mi marido al decir:

-Doctor por favor -y luego miró hacia la puerta en una sutil pero clara invitación a que saliera de inmediato.

-Está bien, me lo hubiera dicho antes, yo no tengo problemas en irme- dijo el Doctor – y mi esposo lo acompañó hasta la puerta por donde desapareció de mi vista.

Por fin podía cargar a mi hija, finalmente estaba en mis brazos y podía brindarle mi calor, pegarla a mí. Mi esposo, mi hija y yo juntos, ver su carita, sentir su cuerpecito tibio, me fueron ayudando a sobreponerme, pude ver que tampoco obedecieron mi petición de no retirarle el vernix, la niña venia totalmente bañada, pero tampoco eso opacó la sonrisa que comenzaba a llegar aunque no podía olvidarme de mi hijo ausente.

De inmediato me desnude el pecho y puse a mi hija a mamar, la bebé succionaba con fuerza pero su agarre tenía dificultades, con paciencia fui ayudándola y corrigiendo las posturas hasta que pudo pegarse mejor del pecho, aun me sentía muy tensa en sentía que no podía hacer fluir la leche con facilidad, aunque estaba consciente de que su estomago era muy pequeñito y que la cantidad de leche que necesitaba para satisfacerse era poca. “…Las palabras del pediatra se me venían una y otra vez a la mente: si no come, si no se alimenta, si su pecho esta vacío… ¡autismo!

Al poco rato cuando levante la vista para ver a mis familiares, para compartir con ellos ese momento, vi la cara de profunda preocupación de mi madre y el alma me llego a los pies, el mal estaba hecho, ese médico nunca tendrá noción del daño que nos hizo con su profunda ignorancia sobre los orígenes del autismo y la lactancia materna, su absurdo y ofensivo discurso había calado intensamente en la mente y corazón de mi mamá.

Sentía que todo el ambiente estaba muy denso, las miradas de mis familiares, su confusión, daban paso al miedo, a las sospechas, a la desconfianza hacia la lactancia materna, hacia mis métodos de crianza. Sentía que podía leer en el aire, las preguntas que nadie se atrevía a expresar en voz alta: ¿Sera por eso que Diego tiene autismo?, ¿Porque su madre se empeñó en darle solo leche materna? ¿Será que convulsionó y no se dieron cuenta? ¿A esta bebé también le pasará lo mismo?

Era una mezcla extraña, por un lado sentía el amor incondicional hacia mí y esa nueva vida en mis brazos y por el otro podía sentir como la semilla de la desconfianza hacia la lactancia materna caía en terreno fértil.

Y esa semilla fue creciendo rápidamente en las siguientes horas, podía ver sus ramificaciones en comentarios aquí y allá, en expresiones que iban y venían.

La bebe comió y se quedo dormida sobre mi pecho desnudo, yo la cubrí con una manta y así, abrazaditas las dos, por fin podía descansar un poco.

Entro una enfermera del piso, me sorprendió con sus palabras que su expresaban su total desaprobación:

-¿Y tú no te has parado? ¿No te has bañado?, ¿Por qué no te vistes?, ¡Ve como estás enseñándole las tetas a todo el mundo!

Le conteste de inmediato:

-¡A mi no me da vergüenza desnudarme para amamantar a mi hija!

Nada en ese ambiente promueve la lactancia materna, todo lo contrario: ¡La inhiben!

Pasamos todo el resto de la tarde juntas disfrutando de nuestro contacto piel con piel, debo decir que nadie pasó a revisar como íbamos con la lactancia materna, nadie fue a verificar si la posición de la bebé era correcta, si mis manos estaban bien colocadas o simplemente a dar información básica, pero al anochecer llego una enfermera del piso del reten, venía a llevarse nuevamente a mi hija de mi lado, sus normas exigían que la niña pasara la noche alejada de mi, y lo primero que pregunto fue:

¿La niña comió bien o necesita un refuercito?

-Si comió- dije no había sido fácil pero puse con mucha frecuencia a la bebe a mamar

Pero casi al mismo tiempo mi mama también respondió a la enfermera:

-Comió pero muy poquito… yo creo que necesita que le den un teterito

¿Confianza en la lactancia materna? ¡Cero!

Al poco rato mi esposo regresó a mi lado y me dijo:

-El pediatra vino nuevamente, me pidió que saliera para hablar conmigo al pasillo, vino a pedirnos disculpas, dijo que lo lamentaba mucho, que él hasta trabaja con una fundación para niños con autismo. No, quiso hablar contigo porque no quería alterarte más.

Creo que nadie se atrevió a emitir algún comentario hacia lo dicho por el pediatra ni sobre su clandestina disculpa, sin embargo, yo le aclaré a mi mamá que no está demostrado que el autismo se genere por una convulsión de ningún tipo, pero sus ojos me decían que el miedo podía más.

Esa noche no solo la pase alejada de mi hija, estuve lejos de toda mi preciosa familia, le pedí a mi esposo se fuera a dormir con mi hijito que había pasado todo el día sin nosotros. Pasé toda la noche despierta, el día había sido tan agotador y con tanta tensión, no dejaba de pensar en que mi hija estaba siendo alimentada con biberón y que probablemente en la mañana podía rechazar mi pecho, a cada instante se me venían a la mente imágenes de lo vivido en el quirófano, estaba casi segura de que no me habían hecho episiotomía pero me atormentaba no tener la certeza.

Cuando finalmente amaneció, nada cambio, mi hija seguía en el retén y no me fue entregada hasta la hora en que me dieron el alta, eran la 1:00pm de la tarde. Cuando me la entregaron me dijeron:

¡Acaba de tomarse un tetero!

Cuando la puse a mamar rechazó el pecho y yo tuve que calmar mis ansias diciéndome que era porque estaba llena. Las palabras del pediatra y su advertencia sobre el riesgo de autismo me siguieron corroyendo el alma, los días que siguieron estuve aterrorizada de no tener suficiente leche para mi hija, una y otra vez comprobaba que si había leche, y cuando tenía los pechos congestionados y duros y se le hacía mucho más difícil las tomas a la bebé, yo no podía parar de llorar, asustada de tener una mastitis y perder la oportunidad única de amamantar a mi hija.

Además comencé a sentir que cada comentario cuestionaba la alimentación adecuada de mi niña:

-¿Pero te sale leche?

-¿Pero sabes si comió?,

-¿No estarán vacíos tus pechos?

-¿Por qué no le das también tetero a ver si quiere?

-Yo me sacaría la leche del pecho y se la daría en un tetero para saber cuánto toma

-Ay pero yo te veo los pechos “espichaditos”

-¿No quedara con hambre? ¡Es que pide a cada ratico!

A todas esas personas, muchas muy queridas, que me acompañaron durante esos primeros días, si les preguntas sobre la lactancia materna, te dirán que es lo mejor para un bebé, pero ninguna sabe cómo se forma la leche, cómo se estimula la producción de leche, no saben lo que es alimentación a demanda y ninguna alimento de forma exclusiva con leche materna a sus hijos durante sus primeros 6 meses de vida. Simplemente tuvieron enseñanzas distintas y no saben que no saben y eso es algo que debemos cambiar para las futuras generaciones.

Las horas de separación de mí hijo mayor también tuvo sus secuelas y aun me duele pensar como mi niño comenzó a tener pesadillas, y se pasó varias noches descontrolado orinándose en la cama y cómo estuvo días enteros diciéndome a cada rato con sus ojitos abiertos como platos: ¡Mama no te vayas! Una y otra vez le abrazaba, le besaba y le repetía con mucha ternura: ¡No me voy cariño!, ¡Voy quedarme contigo y con tu hermanita siempre!

¿Mi parto fue maravilloso? ¡Si! Porque tengo a mi hija sana y divina junto a mí, pero no tuve el respeto, la calidez y el amor con el que debe ser acompañada una madre para recibir a su criatura.

Comprendiendo el pasado – Planificando el futuro, ese el lema de la semana de la lactancia de este año 2012 que se celebra del 1 al 7 de agosto, creo que es muy acertado porque la Organización Mundial de la Salud dio las recomendaciones para el cambio de los protocolos de atención al parto natural desde 1985 y la Declaración de Innocenti que promueve la lactancia materna data de 1990 y ambas guías aun son desconocidas por la mayoría de las mujeres y desatendidas por muchísimos centros de salud y profesionales médicos.

¡Bienvenida Sara Azul!, ¡Hija de mi corazón!

¡Tu llegada ha sido una bendición! Y nada va a opacar eso, pero ojalá mi testimonio consiga generar la inquietud por información en muchas familias para evitar cada vez más la violencia obstétrica y permita que mas profesionales de la medicina comprendan que “cambiando la forma de nacer, cambiamos la forma de vivir

http://proyectodoula.blogspot.com/2007/03/recomendaciones-de-la-oms-para-un-parto.html

http://www.bebesymas.com/parto/lo-que-la-oms-desaconseja-en-un-parto-normal

http://www.unicef-irc.org/publications/pdf/declaration_sp_p.pdf


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10 comentarios en «¡Bienvenida Sara Azul! Reviviendo el autismo»

  1. ay dios q identificada me siento! es toda una historia de terror y muchas mujeres creen q es normal parir asi… yo a mi hijo no lo vi si no 3 dias despues de tenerlo y no pude darle pecho, a pesar q me salia leche a chorros, porq se acostumbro al tetero y toda mi familia decia es q no le das suficiente, mejor el tetero! ay q horrible!

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  2. Ojala vean tu historia los medicos, porque la verdad es todo cierto lo que mencionas. lo importante es que tu bebe esta sana, eres muy valiente. 🙂

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  3. Lo que paso aquí ,y seguirá pasando es falta de cultura.

    Pero siempre he dicho que los niños especiales y únicos, hecho a la medida para que lleguen a manos, corazón y alma de padres excepcionalmente especiales.

    Realmente eres una persona increíblemente valiente, pero sobre todo Bendecida por dos hermosos angelitos llenos de inteligencia y bondad.Que Dios los Bendiga a Todos.

    Y vuelvo a comentar es falta de cultura, yo hace 5 meses atrás descubrí que soy Aspeguer, por medio de un diagnostico realizado por un examen que nos efectuaron en la empresa a donde yo laboraba, lo cual me llevo al despido, por que lo ven como una enfermedad y no como una hermosa y maravillosa cualidad.

    Saludos a todos!!!

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  4. K coraje k no hayan respetado todo lo k tu les decias, me identifico contigo y todo el caos de haber vivido un parto asi, de no saber k pasa, k te hicieron, donde esta tu bebe, yo tengo tanta ilusion de tener un parto asi, pero aki en USA es muy diferente, gracias por compartir tu bella
    Historia, yo tambien planeo dar pecho, desenme suerte 😀

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  5. Ante un evento tan sublime como el parto, los trabajadores de la salud, incluídos los arrogantes médicos, perdieron respeto por la madre y el bebé. Los protocolos nos excluyen como mamás del parto es casi como si estorbáramos, nuestra sabiduría, nuestra intuición son desplazados por métodos químicos y mecánicos. Sus protocolos sacados de películas de terror dejan muy poco lugar al a mor o la ternura. Todo se reduce a callarnos, a hablar entre ellos a raptar de nuestros brazos a nuestros bebes. Se volvió habitual ver las enfermeras corriendo con biberones de fórmulas porque la mamá no es apta para la tarea de alimentar al bebé. De cuando acá la lactancia es insuficiente o vergonzosa? Ahora, quién inventó esa inyección que aplican en la columna de la madre y que años después deriva en paralisis? conozco a dos mamás que practicamente fueron obligadas a recibirla.

    El nacimiento de mi hijo estuvo rodeado de un drama similar aunque no tan duro como el de Betzabe. Insensibilidad. Esa sería la palabra que definió mi proceso de parto dónde no permití la cesarea innecesaria. Además nunca olvidaré que Sebastián lloraba mucho y una enfermera tirana me lo arrancó de los brazos y se lo llevó sin responder a mis gritos de reclamo. Cuando volvió a mis brazos ya sin llanto, su boquita estaba irritada, despellejada!!! la respuesta a qué le dieron fue agua con medicamento. Nadie asumió responsabilidades pues justo ese día entró en paro el hospital.

    Gracias por tu testimonio, que valiente!!! (me encantó que sacaras al pediatra de la habitación)

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  6. a 5 meses de tener a mi segunda bebe, con un parto que aunque no fue natural (me abatate y pedi la epidural) si fue espontaneo y muy respetado y aunque no logre prenderla al pecho en el quirofano si la tube pegadita a mi durante un largo tiempo, fue la experiencia mas hermosa de mi vida, experiencia que no pude tener con mi primer hijo por que nacio medio ahogado por haber tragado meconio, justamente porque el parto fue inducido ( pero en su caso fue necesario).Al vivir en 1 persona la hermosa experiencia de la lactancia todo esto me cala muy hondo.
    No puedo creer tanta ignorancia, tanto avasallamiento tanto del derecho de la mama y del bebe, no puedo creer que aun se siga trayendo niños al mundo de esa forma lamento mucho que hayas tenido que pasar por todo eso y me parece muy bien que lo hagas publico. Un parto hospitalizado no tiene porque ser asi, yo tube a mis dos bebes en el hospital pero la atencion que recibimos esta muy muy lejos de la pesadilla que tu viviste.

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  7. Betza excelente articulo para concientizar, eso es lo que falta, porque la mayoria de las mujeres en este pais “exigen” la cesarea como una manera de huir al dolor, que bochornoso!! Porqué no te conviertes en doula, o especialista en Lactancia Materna y asi puedes ayudar a tanta gente y empezar a esparcir semillas de conciencia por todas partes para ver si algun dia espe pais puede cosechar mujeres paridoras, criadoras con apego y lactadoras a demanda… ahh y defensoras del colecho… Besos a Sara Azul…

    Responder
  8. La ignorancia desconcierta y la falta de apoyo decepciona… Mis partos fueron ambos por cesarea y fue bien dificil… pero su alimentación… con eso si que nadie pudo opinar… yo no lo permití. Fui la primera en mi familia en lactar full pero fui tambien un ejemplo… Gracias por compartir tu historia y adelante 😉

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  9. Es impactante la actitud que tomaron los médicos, enfermeras y demás ”profesionales” de la salud en esta situación. Y lo peor de todo es que no respetaron los deseos de esta admirable mama.

    Yo quiero estudiar Medicina, posiblemente sea pediatra, y a pesar de mi edad he estado leyendo para poder saber de formas alternativas para poder ayudar. Fui diagnosticada con el Síndrome de Asperger, y cuando yo nací sufrí de hipoxia, ictericia, soplo en el corazón y demás deficiencias. Mis padres me conocieron hasta los dos meses de nacida, y aunque algunos ”especialistas” han referido que el aislamiento y la lactancia materna, han sido la causa de mi diagnostico y condición de vida, mis padres saben muy bien que es genético. Y lo mas importante saben que me encuentro aquí, y que las lamentaciones no sirven de nada.

    Ojala volviera la Medicina Humanista, esa en la cual el medico era casi parte de la familia del paciente, y que le hacia sentir una gran tranquilidad, y que no solo se preocupaba por las dolencias físicas, sino también las emocionales.

    Realmente admiro a esta madre, y la forma en que describe todo lo que paso. Muchas Gracias por su testimonio 🙂

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