Un camino a recorrer: de la familia a la educaciĆ³n de la sexualidad Parte III

Autoretrato Frida Khalo

Sexualidad y educación de la sexualidad en las necesidades especiales

“Quienes nos desplazamos de forma distinta, quienes reciben las sensaciones de otra forma o quienes interpretan el mundo de forma muy diferente, no tenemos por qué estar enfermos, podemos ser felices, podemos amar y ser amados, podemos aportar cosas, incluso tomar iniciativas y ser útiles”. (Lobato Galindo, 2004)

Introducción

Al abordar en este tercer artículo sobre el tema de la sexualidad en las necesidades especiales vamos a recorrer un sendero del camino un tanto accidentado, ya que para este grupo de personas todavía existen demasiados prejuicios y actitudes sociales que entorpecen el pleno ejercicio de sus derechos y de igual manera el disfrute de la propia sexualidad.

Diversos matices dibujan las actitudes sociales en lo que a esto se refiere; unos tienen que ver con la creencia de ausencia de deseos y necesidades sexuales – a veces se les considera asexuados, no son conscientes de su sexualidad, otros con la falta de control de impulsos los que los convierte desde esa óptica social en seres libidinosos e incapaces de reprimir sus deseos. Estos matices dejan estelas de incertidumbre y temor tanto en las familias como en los profesionales, lo que suele conducir a silenciar este tipo de necesidades, reprimir toda conducta en la que se aprecien connotaciones sexuales, así como a evitar la formación sexual de las personas con necesidades especiales al considerarla innecesaria o peligrosa.

Pero veremos en el transcurrir de este diálogo, que la sexualidad de las personas con necesidades especiales no va muy distante ni se diferencia mucho del resto de los individuos y que las aparentes diferencias o significados dados a este tema han sido creadas por la propia sociedad.

Desarrollo

Es indudable que la vida sexual de las personas con necesidades especiales tiene una en sí misma, bien por las condiciones en que pueden vivirla y cada una de ellas supone una cierta especificidad en la forma de vivir la sexualidad, lo que influye en cada contexto familiar y social también.

La sexualidad incluye conductas sexuales, pensamientos, sentimientos y emociones, nuestro cuerpo, nuestra manera de vestir Influidos todos ellos por la cultura, por el grupo étnico al que se pertenezca, por la religión que se profese, por el nivel económico y, desde luego, por el grupo familiar al que nos tocó pertenecer. Inferimos entonces que la sexualidad está condicionada por factores de orden biológico, afectivo, relacional, social y cultural, determinantes inevitables que moldean la sexualidad humana, pero que en ocasiones pueden reprimir e incluso segar la sexualidad individual.

Como todo, los niños aprenden acerca de la sexualidad desde los momentos más tempranos de su vida. Así, los padres u otros adultos que tengan a cargo su cuidado tienen la oportunidad de darle sus valores acerca de la sexualidad en lugar de dejar que otros asuman esta responsabilidad. Desde este planteamiento se debe tener claro que: siempre existe una educación sexual, aunque a veces pretendamos hacemos creer a nosotros mismos que es imposible realizarla.(1)

La educación de la sexualidad está compuesta de cuatro aspectos fundamentales:(2)

  1. Vivencias: las vivencias positivas constituyen aquellas experiencias que desarrollan las habilidades necesarias para un uso racional de la sexualidad acorde con las potencialidades humanas. Con respecto a estas vivencias, debe mencionarse que el contacto físico con los padres durante la infancia resulta de suma importancia, ya que esta práctica y la del juego con otros niños de su misma edad permiten al ser humano entrar en contacto con la vida.
  2. Actitudes:Vander-Zander (1986) refiere que éstas se encuentran estructuradas en tres componentes: un componente cognoscitivo, uno afectivo y otro conductual. El primero se refiere a la manera en que se percibe un objeto, situación o suceso, y los pensamientos o ideas referentes a él. El componente afectivo consta de sentimientos o emociones que aparecen en un individuo al presentársele el objeto actitudinal o su representación cognoscitiva y se forma al ocurrir contactos entre la representación cognoscitiva y las situaciones agradables o desagradables, surgiendo así la actitud al asociarse el estímulo con sus afectos. El último de los componentes de las actitudes es el conductual, el cual consiste en la tendencia a actuar de cierta manera ante un objeto social ya evaluado positiva o negativamente. Este componente ayuda a predecir la conducta que un sujeto tendrá ante el objeto actitudinal.
  3. Valores: son los valores los que determinarán tanto la conducta como las actitudes, a través de las vivencias, actitudes, valores e información a las que el individuo es expuesto desde su nacimiento, va recibiendo una educación de los aspectos sexuales de su personalidad que se dan en un proceso gradual y continuo.
  4. Información: La educación sexual es un elemento de la educación en general, que busca cumplir con un objetivo de carácter formativo, creando en el individuo, sea niño, joven o adulto, una serie de actitudes, valores y comportamientos ante su propio cuerpo, hacia la realidad de su sexo, así como de su rol actual y futuro. De ahí que educar sexualmente implique completar el desarrollo integral del individuo, evitando que se forme una imagen distorsionada, negativa o falsa sobre el sexo y su sexualidad, contribuyendo así a evitar futuros problemas relacionados con este aspecto.

Objetivos de la educación sexual en las distintas etapas del desarrollo de la personalidad.

Desde el comienzo mismo del nacimiento del niño, se inicia la formación de la personalidad y la esfera sexual, y como parte de esta, se da inicio al complejo proceso de diferenciación sexual sociopsicológico, que culmina su primera fase a los tres años, con la posibilidad del pequeño de autoclasificarse conscientemente como un ser masculino o femenino, distinguiéndose así del otro sexo. Estas constituyen las bases de la identidad de género, significativo proceso que tiene su período sensitivo en las edades más tempranas.

A partir de los tres años, surge la necesidad de imitar las más variadas formas de conducta de las personas del entorno, apropiándose activamente de los modelos y normas relativas a su propio sexo que los adultos le brindan en su vida cotidiana. Así, el pequeño aprende qué es lo considerado como femenino y masculino en su medio, incorporando estos patrones y representaciones sexuales a través de sus juegos.

Etapa Escolar, 6 a 11 años

Al entrar en la escuela, el niño establece nuevas relaciones grupales y tiene acceso a un cúmulo de conocimientos y experiencias científicas, abriéndose para él nuevos horizontes que determinan un amplio y rápido desarrollo físico, intelectual y social que repercute directamente en su madurez psicosexual.

En los últimos grados, establece vínculos más sólidos y estrechos con el grupo, surgiendo nuevos motivos y sentimientos referidos a las relaciones colectivas entre uno y otro sexo, y a la necesidad de responder a las normas y exigencias correspondientes. Así comienza una interrelación cada vez más profunda con otros niños de ambos sexos, fenómeno que debe ser aprovechado por el educador como vía especialmente importante para la formación de la personalidad y su esfera sexual, fomentando la adquisición de normas de convivencia intersexual.

También comienzan a experimentarse los primeros cambios prepuberales y en algunos casos los puberales, lo que genera nuevas preocupaciones e intereses sexuales, sobre todo relacionados con su cuerpo, con la formación de la pareja y el amor, para los cuales deben ser bien preparados por las y los educadores.

Etapa de la Adolescencia Temprana, 11 a 15 ó 16 años

Dados los cambios trascendentales que tienen lugar en la adolescencia en todas las direcciones del desarrollo psicosexual, esta etapa constituye un período sensitivo desde el punto de vista de la consolidación de la identidad genérica y la orientación sexoerótica.

Los cambios físicos y psicosociales que aquí ocurren y la nueva posición alcanzada, originan el sentimiento de madurez, la necesidad de ser independiente del adulto y de imitar muchas de las conductas de este, que incluyen las formas de relación con el otro sexo, ya no sólo en la vida social, sino, por primera vez, en la amorosa.

Se producen así en la esfera psicosexual, nuevas necesidades, motivos, sentimientos e intereses, ligados a los vínculos intersexuales y a la sexualidad en general, como son la actitud o necesidad de pareja, la necesidad de experimentación sexual y los enamoramientos. De todos estos procesos depende en gran medida la consolidación del sentimiento de masculinidad y feminidad, esencial para la orientación sexual y la identidad genérica.

Etapa de la Adolescencia Tardía o Juventud, 15 ó 16 años hasta la inserción en la vida laboral y social independiente

Esta etapa constituye el umbral de la adultez, el último escalón en el desarrollo de la autonomía e independencia del ser humano en las diferentes esferas de la vida social, incluyendo aquella referente al amor, la sexualidad, la pareja y la familia.

Las necesidades básicas de aprendizaje son conocimientos, actitudes, valores y destrezas requeridos para satisfacer las necesidades vitales, enfrentar los desafíos de la existencia, desplegar todas las capacidades y enriquecer la calidad de vida personal, familiar y social. Son verdaderos aprendizajes de vida, que las personas deben construir y hacer suyos de modo personalizado, por lo que no debe identificarse aquí “lo básico” con lo elemental sino, por el contrario, con lo potenciador, aquello que sirve de base para ir logrando niveles cada vez más elevados de enriquecimiento de cada personalidad.

Estas necesidades implican, en cada situación particular, una rica gama de saberes, experiencias y vivencias, como son, en la esfera de la sexualidad, los siguientes, que presentamos a modo ilustrativo

Sobre la sexualidad de las personas con carencias diversas

Para adentrarnos en el estudio de la sexualidad de las personas que sufren problemas discapacitantes de diverso tipo, se hace necesario precisar los conceptos de partida. El sexo de la persona está determinado por los cromosomas sexuales, las hormonas y su anatomía sexual, además por sus caracteres sexuales secundarios. La identidad de género es la convicción personal que tiene el individuo de pertenecer al sexo masculino o femenino, identidad que se forma paulatinamente desde la niñez debido a un complejo conjunto de factores sociales; y que resulta decisiva en el desarrollo psicosexual. Definimos además el rol de género como la expresión de la masculinidad o la feminidad de un individuo de acuerdo con las normas y valores establecidos por la sociedad.

Se utiliza además, el concepto de orientación de género al referirse a las preferencias de la persona por relacionarse con uno u otro sexo o con ambos, lo que se vincula a su identidad genérica, a cómo concibe el desempeño de su rol de género. La madurez en el desarrollo psicosexual la entendemos como formación motivacional rectora de la personalidad, que en una unidad de lo afectivo y lo cognitivo, orienta y matiza emocionalmente el comportamiento. En una personalidad desarrollada, y autodesarrolladora apreciamos la formación y la expresión de un sistema de motivaciones y de valores en torno al amor, a la familia, a los hijos, todo ello integrado a su concepción de la vida.

Concebimos la Educación Sexual como un elemento medular de la preparación del ser humano para la vida que contribuye al logro de una sexualidad sana y de relaciones sociales enriquecedoras. Una sexualidad plena y satisfactoria -que vemos como adecuadamente desarrollada-, es la que ha logrado una correcta identidad de género, disfruta libremente de su genitalidad, asume el papel que la cultura le ha determinado a desempeñar. Esta sexualidad madura comprende también un sentido de responsabilidad ante las consecuencias de la relación: ante su pareja, ante su descendencia y ante los demás.

Esta educación es una preparación para la vida adulta independiente, con los recursos de personalidad que posibiliten al individuo dar solución satisfactoria a los diversos problemas que le pueda plantear la vida y lograr su realización en lo personal, lo familiar y lo social. Va dirigida a influenciar educativamente en la capacidad de amar, contribuir a ese conjunto de sentimientos, motivaciones y actitudes, así como la capacidad de dar amor, y el disfrute de la felicidad en el amor. Es, además, preparar a los jóvenes para que desempeñen su futuro papel como padres.

La sexualidad de las personas con discapacidad por diversas carencias, no es diferente a la del resto de las personas, su educación y orientación ha de basarse en los mismos principios.

En nuestra cultura mantenemos una serie de estereotipos en torno a la sexualidad, que están profundamente arraigados en las personas, y que se manifiestan en el desempeño de sus diversos roles familiares y sociales. También la cultura estereotipa un “rol de enfermo” para el individuo en silla de ruedas, lo que se asocia a la dependencia, inmadurez o torpeza mental, así como a la supresión de la sexualidad.

Por todo lo anterior, en las personas que tienen “defectos” discapacitantes, de ambos sexos, las afectaciones orgánicas de la respuesta sexual humana se conjugan con diversos factores psicológicos. Su autoimagen sufre un rudo golpe, pues hay una pérdida real, objetiva, de posibilidades de desempeño laboral y social, que el individuo vivencia y enfrenta de acuerdo a las peculiaridades de su personalidad. La autoestima se afecta no sólo por los daños físicos y las limitaciones motoras, sino por la convicción de que no pueden valerse por sí mismos como antes de la lesión, y también por las actitudes de lástima o menosprecio de los que le rodean. El daño en la autoestima, muy relacionado con la percepción que el individuo tiene acerca del valor de su cuerpo para el desempeño de determinados roles sociales, puede ser muy perturbador.

La masturbación es una de las principales conductas sexuales que impresiona a familiares, educadores, asistentes y otros adultos. En torno a este evento del desarrollo psicosexual se tejen muchas confusiones y prejuicios. La autoestimulación, que se manifiesta en forma variada desde la niñez, no significa siempre la búsqueda de un placer sexual, sino una necesidad de estimulación interoceptiva. Debemos reconocer su normalidad, y percatarnos de que en ocasiones el propio niño está ignorante de cómo hacerlo de manera satisfaciente sin lastimarse. Tampoco sabe que debe hacerlo en privado: todo esto se aprende fácilmente por el resto de los adolescentes gracias a las relaciones entre coetáneos, que a él le están limitadas o restringidas.

Lo más humano sería que la familia, las instituciones y la sociedad aceptaran el derecho de estas personas al ejercicio de su sexualidad, y sobre esa base estimulen adecuadamente y conduzcan su desarrollo psicosexual.

La educación sexual comienza por la de los padres. No solo porque la familia sea la matriz que estimula y sostiene ese desarrollo psicosexual, sino porque los padres portan una serie de sentimientos y prejuicios sociales, que inciden en la formación del hijo. En la medida en que se acepta por los padres el desarrollo psicosexual del hijo con discapacidad, se puede articular conscientemente esta educación, que casi siempre reclama de la ayuda profesional.

La educación sexual, como parte indisoluble de la preparación de la persona con una discapacidad para la vida individual y social, es el proceso de dirección del desarrollo de la esfera sexual de la personalidad, donde se prepara a las personas para el encuentro con el otro sexo y con la propia sexualidad, en correspondencia con sus propias necesidades y problemas y con las expectativas de cada sociedad.

En este proceso, donde intervienen diversos factores educativos, desempeñando la escuela un papel rector, debe garantizarse la apropiación de conocimientos, ideas, valores y normas de relación con las personas de ambos sexos, resultando especialmente importante garantizar otros aprendizajes básicos para la vida sexual, como: aprender a conocerse, valorarse y estimarse a sí mismo como ser sexuado, dominar estrategias para solucionar inteligentemente los problemas derivados de las relaciones entre los sexos, la pareja y la familia, teniendo en cuenta sus limitaciones y sus fortalezas, proyectar y decidir responsablemente, y en la medida de sus posibilidades, su propia vida sexual, alcanzando los correspondientes niveles de regulación.

Las acciones en la esfera de la educación sexual de los niños, adolescentes y adultos con necesidades educativas especiales se fundamentan en los mismos principios generales que se toman en consideración para el resto de la población, adaptándolos en todo momento a las peculiaridades de cada tipo de discapacidad.

Estos principios son los siguientes:

  • Carácter socializador: Teniendo en cuenta que las personas nacen biológicamente sexuadas, pero que es a través de la vida que devienen psicológica y socialmente sexuadas, corresponde precisamente a la educación sexual el papel de proceso formador y desarrollador de esta dimensión centrada en la persona. En este sentido hay que considerar siempre el interjuego de lo social y lo individual, que representa así mismo la dirección del desarrollo de la personalidad. De este modo, la riqueza del mundo y cultura creados por el hombre, sus modelos, códigos y valores, llegan al niño desde pequeño, pero no son asumidas mecánicamente, sino reconstruidas subjetivamente, en correspondencia con sus necesidades, posibilidades y particularidades, hasta que se convierten paulatinamente en órganos vivos de la individualidad, en contenidos personalizados.
  • Carácter humanista y participativo: Tomar al individuo como centro del proceso, conocer y respetar sus necesidades y potencialidades, promover el diálogo, la implicación y el compromiso, la confianza y la participación activa, son fundamentos esenciales de un proceso donde el niño y el adolescente son los verdaderos sujetos de su propia educación, con plenas posibilidades para decidir responsablemente su camino, sin que el educador les imponga sus ideas y sentimientos, ni ocupe el espacio que a ellos les corresponde como personalidades únicas e irrepetibles.
  • Preparación Activa: La educación de la sexualidad, como proceso desarrollador, debe tener en cuenta tanto las particularidades del esta esfera en las distintas etapas, como los rasgos individuales inherentes a cada personalidad y las características de los grupos humanos en los cuales esta se integra, incluyendo también lo que es propio de cada región o comunidad y las correspondientes exigencias sociales representadas en los distintos modelos de sexualidad culturalmente determinados. Simultáneamente, la complejidad de este proceso exige el fomento de la educabilidad, preparando al individuo para los cambios y transformaciones posteriores, para hacer frente a los problemas autónomamente, a partir del manejo activo de conocimientos y estrategias de enfrentamiento a la vida.
  • Carácter alternativo: Este proceso no puede ser ciego y sin orientación, sino que debe partir de un modelo general y flexible del hombre a formar y de su sexualidad. Dicho modelo, amplio, rico en opciones y posibilidades de formas de comportamiento diversas, es el punto de referencia inicial en función del cual, las influencias educativas se adecuan a las necesidades y potencialidades de los niños y jóvenes, y al mismo tiempo, estos, de modo activo, construyen su individualidad y eligen su propio camino.
  • Vinculación con la vida: Si la educación sexual se concibe como parte de la preparación para la vida, debe relacionarse orgánicamente con la vida misma, tanto en su alcance y contenido, como en sus formas de influencia y métodos. Esto significa, por un lado, que los educandos deben ser pertrechados de aquellos conocimientos claros, veraces y objetivos, que sean significativos para la vida, así como de los valores, normas, convicciones, estrategias de acción, vías para la toma de decisiones y solución de conflictos vitales, para la proyección del futuro, la consecución de los planes de vida y la autorrealización, y al mismo tiempo, el vínculo con la vida sólo puede garantizarse cuando el proceso educativo integra a todos los factores sociales que se interrelacionan en la actividad vital humana, como la familia, la escuela, la comunidad, etc.
  • Unidad de lo afectivo, lo cognitivo y lo conductual: Este proceso, cuando se fundamenta en la unión orgánica de lo instructivo y lo formativo, promueve la construcción de sistemas de información, valores y convicciones personalizados, con un especial sentido para la persona como individualidad, adquiriendo un papel dinámico en su comportamiento.
  • Carácter permanente: Las influencias que participan en la configuración de cada personalidad sexuada comienzan a organizarse desde antes del nacimiento del niño, y actúan sistemáticamente a través de toda la vida, a partir de la infancia y hasta la tercera edad. Así, la personalidad, como sistema vivo y en constante desarrollo, enfrenta, en cada momento de la existencia, retos, contradicciones y tareas vitales, encontrándose en ininterrumpido crecimiento y progresión hacia su plena realización.

Los principios educativos sexuales representan lineamientos rectores que pertrechan a padres y maestros de orientaciones para dirigir el proceso en correspondencia con sus regularidades y tendencias; pueden ser considerados como guías para la acción, de significativo valor en el trabajo con personas que presentan necesidades especiales.

Las acciones en la esfera de la educación y orientación de la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual, física o sensorial, deben fundamentarse en un sistema de principios que han de ser adecuados, en todo momento, a cada tipo de discapacidad:

  • Desarrollar la educación sexual como parte indisoluble del proceso educativo general que transcurre cotidianamente en los marcos de la familia, la escuela y la comunidad;
  • Garantizar la confianza mutua entre el educador y el educando, logrando que este se incluya y comprometa personalmente en el proceso, que participe como sujeto protagónico;
  • Adecuarla al nivel de desarrollo de cada edad, a las diferencias interindividuales y a las particularidades de las distintas discapacidades;
  • Preparar activamente a las personas para la vida sexual, adelantándose a los problemas y previniéndolos, con lo que se logra inmunizarlos contra estos;
  • Ofrecer información y orientación objetiva, científica, veraz y clara;
  • Apoyarse en el potencial educativo del grupo y en su papel en la formación de la personalidad;
  • Cultivar formas humanas superiores de comportamiento sexual, fomentando elevados motivos, sentimientos, vivencias y modos de conducta en esta esfera de la vida;
  • Asegurar la continuidad y sistematicidad del proceso a lo largo de las diferentes etapas de la formación de la personalidad, sin excluir a los adultos, que también requieren ser orientados sexualmente;
  • Despertar la responsabilidad propia respecto a la conducta sexual, preparando a las personas para decidir su vida sexual con determinado grado de autonomía;
  • Vincular íntimamente los aspectos cognoscitivos y afectivos, instructivos y formativos.

Estos principios representan lineamientos rectores que pertrechan a los educandos con orientaciones para dirigir el proceso en correspondencia con sus regularidades y tendencias, pudiendo ser considerados como guías para la acción. Su aplicación consecuente resulta altamente significativa para esclarecer respecto a la metodología de la modelación y puesta en práctica de programas de educación y orientación sexual dirigidos a niños, adolescentes y adultos con discapacidades

La persona como protagonista de la educación de su sexualidad

La participación es una necesidad y un legítimo derecho humano. Al ser, tener y tomar parte del proceso educativo, los niños, adolescentes y adultos se implican en este afectiva y profundamente, como personalidades, y las actividades en las que se integran, realizadas a través de la interacción y la comunicación con los demás, adquieren un especial sentido para todos: de ahí su elevado potencial transformador y autotransformador.

Partiendo de la necesidad de cambiar las concepciones que a través de los años han guiado la educación sexual, y del reconocimiento de la persona con discapacidad como una personalidad activa, capaz de desarrollarse y autorrealizarse, se propone un enfoque del proceso de educación y orientación de la sexualidad fundamentado en postulados de la psicología y la pedagogía humanistas, y de la investigación-acción-participativa. Esta propuesta parte de la idea de que toda influencia educativa impuesta desde afuera, formalmente, sin que el individuo se comprometa, resulta ineficiente para lograr transformaciones en la personalidad y su esfera sexual.

Desde esta óptica, la persona con discapacidad, situado en un papel protagónico, participa activamente en el conocimiento y transformación de su propia realidad. Se beneficia así no sólo con los resultados – por cuanto logra solucionar sus problemas – sino además con el proceso mismo, ya que adquiere nuevos conocimientos y habilidades, libera su potencial creador, aprende a reflexionar, discutir, valorar, buscar alternativas, tomar decisiones y movilizar sus recursos para lograr las metas propuestas.

Con vistas a implementar estas concepciones en el trabajo educativo cotidiano con grupos de niños, adolescentes y adultos, se sugiere un algoritmo general y flexible de cuatro etapas o momentos dialécticamente vinculados:

De acuerdo a este enfoque, la planificación de las acciones educativas no puede ser realizada sin tomar en cuenta a los educandos, sin determinar cuáles son sus problemas y necesidades reales, tal y como ellos los experimentan y vivencian. De este modo, esencial llevar a cabo una exploración y diagnóstico, y sobre esta base, planificar, intervenir y evaluar.

Algunas recomendaciones para educar la sexualidad de las personas con necesidades especiales

  • La persona, tal como hemos enfatizado, debe ser considera da como protagonista de su propia educación, estimulándola a involucrase, a decidir de forma autónoma, activa y creadora los caminos para transitar su sexualidad. De este modo, cada individuo aprende, con la ayuda y orientación del educador, a construir su propia sexualidad.
  • Es por ello muy importante no sobreproteger ni marginar a estos individuos, sino, por el contrario, brindarles un espacio para la participación en todas las esferas de la vida, para que interactúen y se comuniquen con las demás personas, discapacitadas y no discapacitadas.
  • El proyecto educativo de partida debe ser sumamente flexible, rico en opciones, con una acción individualizadora, ajustándose a las particularidades, potencialidades y necesidades básicas de aprendizaje de cada sujeto y del grupo, según cada personalidad, el tipo de discapacidad, el género, el contexto en que se desarrolla, etc.
  • Este proceso sólo puede resultar enriquecedor y exitoso cuando parte de una determinación de necesidades, es decir, de un diagnóstico de la realidad intrasubjetiva y contextual y de los problemas de cada grupo de discapacitados.
  • En este sentido es indispensable establecer cuáles son las habilidades, conocimientos, valores y desempeños que requieren individual y colectivamente, para disfrutar de una vida sexual, familiar y reproductiva satisfactoria y responsable.
  • Es fundamental promover la capacidad del sujeto para decidir y construir su forma particular de vivir la sexualidad, atendiendo al principio de que todo lo que sea satisfactorio, enriquecedor y no cause daño físico o espiritual al individuo, su pareja o terceras personas, se considera una variante sexual sana y digna de respeto, incluyéndose aquí la comprensión y aceptación de la homosexualidad, en caso de ser esta la orientación asumida.
  • Resulta entonces vital el rompimiento de mitos, esquemas, tabúes y estereotipos que limiten la expresión de la sexualidad, ya que existen tantas formas de vivirla como personalidades portadoras de ella.
  • De igual modo, debe ayudárseles a comprender el autoerotismo, la masturbación íntima como una vía necesaria de experimentación y canalización de las necesidades sexuales, sobre todo en la etapa adolescente, o en condiciones de ausencia de una pareja.
  • Al mismo tiempo, hay que estimular un efectivo autoconocimiento y autoevaluación de sí mismos como seres sexuados, asumiendo su masculinidad o feminidad y ayudándolos a convivir, aceptar y compensar sus limitaciones o discapacidades.

Las cuestiones previamente señaladas respecto al protagonismo de la persona con discapacidad en el proceso de educación de su sexualidad implican un replanteamiento profundo de las concepciones sustentadas durante años acerca del propio ser humano y su educación.

Si confiamos en las potencialidades que este posee, a pesar de sus limitaciones físicas, mentales o sensoriales, si lo consideramos como un ente activo, como una personalidad, y lo respetamos en tanto que tal, no podemos seguir educándolo a través de vías y procedimientos que van en contra de su genuina esencia: tal es el reto que se plantea actualmente en la educación de la sexualidad del discapacitado.

La atención a la familia con hijos con discapacidad, así como la educación de la sexualidad de estas personas constituye sin dudas un factor decisivo en su bienestar e integración social. En cuanto a la temática del desarrollo psicosexual, transitamos desde un apartamiento de la vida sexual de la persona hacia un reconocimiento de su pleno valor como expresión de sus personalidades, pero además, como potenciador de la formación de sus individualidades.

“Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.” José Martí

1 Torres Fernán, Irma Aida y Francisco Beltrán: Programas de educación sexual para personas con discapacidad mental

2 Dallayrac,1987

Bibliografía

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  2. Castro Alegret, Pedro Luis: Sexualidad y Discapacidad. 2000
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  6. García Ruíz Mercedes: Educación Sexual y Discapacidad. Talleres de Educación Sexual. Material didáctico. Edit. Narcea, 2009
  7. HARDIN, RA. (1979). The actitudes of teachers and parents relating to sex education for the educable mentally retarded. Alabama: University of Alabama.
  8. Masters, W., Johnson, V. y Kolodny, R.: Tratado de medicina sexual. Editorial Científico-Técnica, La Habana, 1988.
  9. Torres Fernán Irma Aida y Francisco Javier Beltrán Guzmán: Programa de educación sexual para personas con discapacidad mental. Instituto de Investigaciones Psicológicas U:V. México

© Elaime Maciques, todos los derechos reservados.
Este artículo no puede ser reproducido ni copiado sin autorización expresa.

  1. Un camino a recorrer: de la familia a la educación de la sexualidad Parte I
  2. Un camino a recorrer: de la familia a la educación de la sexualidad Parte II 
  3. Un camino a recorrer: de la familia a la educación de la sexualidad – Parte III
  4. Un camino a recorrer: de la familia a la educación de la sexualidad Parte IV

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