Del origen del autismo: Una aproximación histórica

LO ESENCIAL

Muchos libros sobre autismo suelen guardar, normalmente al principio, un pequeño espacio para hablar de Leo Kanner, que además suele compartir con Hans Asperger (éste suele salir siempre en segundo lugar).

En estos espacios que se comentan, se suele decir que, de alguna manera, la historia moderna del autismo comienza en 1943, con el artículo de Leo Kanner titulado Austic Disturbances of affective contact. A continuación, también se suele indicar que un año más tarde (1944), Hans Asperger publicó su artículo con nombre “Die “Autistichen Psychopathen” im Kindesalter”. Normalmente ahí se queda la cosa, y claro, nos perdemos mucha información que bien puede ayudarnos a entender, aunque sea poco más, la historia del autismo.

RECONOCIMIENTOS DISPARES

Pues bien, está claro que el primer artículo de Kanner (y posteriormente su obra) tuvo una mayor y más pronta repercusión que el de Asperger. Algunos de los motivos pueden ser, entre otros, que dicho artículo estaba escrito en inglés (Kanner había emigrado a EEUU a mitad de los años 20, huyendo de la inflación que vivía Alemania en esos momentos), que trabajó bajo la tutela de Adolf Meyer (neurólogo y presidente de la APA) en la Universidad John Hopkins de Baltimore y que su manual (de Kanner) de “Psiquiatría Infantil”, fue una de las obras más consideradas en el ámbito de la psiquiatría hasta los años 70.

Lorna Wing – Fotografía: David Levene

Por su parte, el artículo de Asperger (1944), escrito en alemán, en una Universidad (Viena) en decadencia por el azote del nazismo y a finales de la II Guerra Mundial, tuvo que esperar a ser rescatado, primero por Lorna Wing (psiquiatra) a principios de los años 80, y posteriormente ser traducido al inglés por Uta Frith (psicóloga), a principios de los años 90, en su libro “Autism and Asperger Syndrome“.

Con respecto a la obra de Asperger, lo escrito anteriormente es lo que se suele decir, pero no es del todo exacto: anteriormente a los años 80, y como destaca la propia Lorna Wing en su artículo de 1981 (“Asperger sindrome: a clinical account”), ya se había hablado y escrito sobre el Síndrome de Asperger. Destaquemos como pioneras, entre otras y en este sentido, la obra “Infantile autism-a clinical and phenomenological-anthropological investigation taking as the guide“ (traducida al inglés del alemán en 1970) del psiquiatra y profesor de la Universidad de Frankfurt Gerard Bosch y el artículo de 1962 de Van Krevelen y Kuipers con título “The psychopathology of autistic psychopathy”.

IGNORANCIAS

Teniendo en cuenta todo lo anterior, una de las cosas que normalmente se plantea es si no sabían el uno del otro y por tanto también de su obra: Hans Asperger comenzará a tomar contacto con niños con desarrollo neurológico atípico a principios de los años 30, y pasarán 12 años desde su entrada (1931) en la Unidad de Pedagogía Terapéutica del Hospital Universitario de Viena y la presentación de su tesis doctoral (1943), que llevará al famoso artículo de 1944. Sin embargo, no debemos pasar por alto que ya en octubre de 1938 llevó a cabo una conferencia (Das psychish abnorme Kind”) sobre “psicopatía autística” en el salón de actos de la Universidad de Viena y que, además, ese mismo año sería publicada en un semanario vienés (Wiener Klinischen Wochenzeitschrift).

Entonces, cuando en la Universidad John Hopkins de Baltimore Kanner comenzaba a observar casos (1938 según sus propias palabras) para su publicación de 1943, Hans Asperger ya contaba al menos con una publicación centrada en el autismo (sin tener en cuenta todo el trabajo previo que, junto con sus colegas, llevaba a cabo en la Clínica Pediátrica del Hospital Universitario de Viena).

Por tanto, ¿la pregunta no sería quizá si Kanner no sabía previamente de la obra (al menos del trabajo) de Asperger? Algunos datos nos pueden hacer pensar que sí sabía de ella: como nos indica Silberman en su obra “Neurotribes”, Kanner ayudó a más de doscientos profesionales de religión judía del ámbito sanitario a dar el salto a EEUU, como consecuencia de la persecución nazi. Es poco probable que, entre todos ellos, nadie le hablara a Kanner del trabajo de Asperger en la Unidad de Pedagogía Terapéutica y de su “psicopatía autística” o de la conferencia y publicación de 1938.

Donald Triplett fue el primer paciente diagnosticado con autismo por Leo Kanner
Foto: Miller Mobley/Redux

Es más, es casi improbable teniendo en cuenta que Anni Weiss (psicóloga) y Georg Frankl (psiquiatra), colegas de Asperger en Viena, emigraron a EEUU en 1934 y 1937 respectivamente y colaboraron de manera estrecha con Kanner desde 1938. Cuando digo que colaboraron de manera estrecha, me refiero, por ejemplo, a que Frankl, junto con la psiquiatra Eugenia Cameron, desarrolló en 1938 un retrato detallado de Donald Triplett que Kanner incluyó en su artículo de 1943 ¿Acaso Frankl y Weiss nunca hablaron de Asperger con Kanner?, ¿acaso no hablaron de su trabajo en Viena?, ¿que el artículo de Asperger estuviera escrito en alemán supuso un problema para Kanner, que estudió en la Universidad de Berlín? permitidme pensar que esto no fuera así.

Kanner llegó a hablar de Asperger, aunque en solo una ocasión, en los años 70. ¿Acaso no supo de él hasta aquel momento? Es improbable teniendo en cuenta dos aspectos que destaca Adam Feinstein en su libro “Historia del autismo“: la primera es que Kanner citó con frecuencia artículos de Van Krevelen (psiquiatra), quien hablaba de los trabajos de Asperger desde los años 50. La segunda es que el prólogo del libro de Bernard Rimland (psicólogo) con título “Infantile autism: The syndrome and its implications for a neural theory of behaviour” estaba escrito por el mismísimo Kanner. Bien, en este libro también se hacía referencia al Síndrome de Asperger.

COINCIDENCIAS

Otra cuestión no muy diferente, es la coincidencia de que ambos dos, Kanner y Asperger, utilizaran el término “autístico” (el término fue acuñado en 1911 por Eugen Bleuler en su trabajo Dementia praecox oder Gruppe der Schizophrenien) para nominar las características patológicas de las personas que estaban estudiando (según el propio Bleuler, el autismo estaría caracterizado por el repliegue de la vida mental del sujeto sobre sí mismo, que conllevaría a una separación entre el mundo interno y el mundo externo) ¿Pero realmente hablamos de una coincidencia? de nuevo algo lleva a pensar que no (y tiene que ver con lo escrito en el apartado anterior), aunque en este punto es cierto que tanto el uno como el otro conocían el tratado de psiquiatría de Bleuler; estaban influenciados por la obra de Emil Kraepelin (psiquiatra) y la concepción que ambos dos tenían de “sus” trastornos era en parte diferente.

Kanner hacía ver que los niños a los que observó tenían dificultades para relacionarse con los demás y, en segundo lugar, buscaban una sistematización y estabilidad rutinaria. Por su parte, Asperger añadió una alta capacidad cognitiva, el concepto de espectro amplio y dedicación intensiva a áreas de interés entre otras cuestiones.

Michael Rutter (psiquiatra) considera, en conversación con Feinstein, que si bien es probable que el término “autístico” lo utilizara Asperger antes que Kanner (no en la concepción de Bleuer, sino como entidad “sui generis”), Kanner le dio sentido de manera organizada. Otra cuestión muy diferente es el porqué de que Kanner no mencionara prácticamente la obra de Asperger a lo largo de su vida, mientras que no fuera de esa manera al revés.

ALGUNOS DE LOS OLVIDADOS

Sea de una manera u otra, no debemos pensar en los años 1943 o 1944 como un punto primigenio en la historia del autismo. La obra y trabajo previo de otros autores, normalmente relegados a la “Edad Media”, juegan un papel fundamental para el desarrollo posterior. Algunos de estos son Lightner, Witmer y Sukhareva en los años 20 (el trabajo de ésta última, escrito en ruso en 1925, en alemán en 1926 y traducido en 1996 al inglés por Sula Wolf en su artículo “The first account of the syndrome Asperger described, se considera como un antecesor del trabajo de Asperger. Hablaba de “trastorno de la personalidad esquizoide” en un sentido idéntico al Síndrome de Asperger); Howard Potter (publicó un informe sobre esquizofrenia infantil en 1933); Louise Despert (psicóloga que acuñó el término “esquizofrenia infantil” y que describió algunos niños con sintomatología “autista” en los 40) y Lauretta Bender (psiquiatra), que en los 40 refiere los casos de niños diagnosticados con esquizofrenia pero con comportamientos que hoy en día estarían dentro de los criterios diagnósticos de TEA.

Dejo un lugar especial para los ya citados Anni Weiss y Georg Frankl. Este último, publicó un artículo sobre un niño posiblemente más cercano a la concepción actual del TEA que los niños descritos por Kanner, en el mismo número de la revista The Nervous Child en el que Kanner publicó su artículo. Por supuesto, tuvo la mala suerte de “competir” contra uno de los psiquiatras más influyentes de los años 50 y 60 en EEUU, y su artículo quedó olvidado. Por su parte, Anni Weiss aportó en 1935 un artículo, publicado en American Journal of Orthopsychiatry, en el que describe los comportamientos de Gottfried, uno de los usuarios de la Clínica Pediátrica del Hospital Universitario de Viena.

Pero aún más allá, podríamos seguir hablando de autismo, aunque se van desvaneciendo los conocimientos modernos y nos adentramos en descripciones de personas “raras”, como las referencias que hace Uta Frith en su libro Autism explaining the enigma , Cuxart en “Evolución conceptual del término “Autismo”. Una perspectiva histórica” o Artigas y Paula en su artículo El autismo 70 años después de Leo Kanner y Hans Aspergery que alguna de ellas (la del fraile Fray Junípero) ha presentado en sus conferencias el neurocientífico José Ramón Alonso.

ENTONCES

…hasta el momento hemos podido vislumbrar, al menos, que los artículos iniciales de Kanner y Asperger corrieron una suerte muy diferente.  Los acontecimientos económicos, políticos y sociales tan dispares que acaecían en Europa y EEUU respectivamente, varias coincidencias y la actitud de los protagonistas tuvieron algo que ver.

Asperger tuvo una menor relevancia en la historia (al menos hasta los años 80), pero sin embargo, es muy probable que se adelantara al concepto de “espectro” del que hablaron Lorna Wing y Judith Gould a finales de los 70 y del cual no era partidario Kanner. Además, defendió junto a sus compañeros y mentores Frank Hamburger y Erwin Lazar un modelo pedagógico (Heilpädagogik) moderno basado en la individualidad, comprensión y respeto a las personas con discapacidad.  Sin embargo, por otra parte, Asperger ha sido criticado por su posible afiliación al partido Nazi, la cual, en el caso de que fuera certificada, creo que sería más por necesidad que por convicción. Algunos de sus defensores en este sentido nos indican que Asperger, en su viaje a EEUU, visitó a algunos de sus antiguos colegas (de religión judía) de la Universidad de Viena, o que no colaboró con la Gestapo a la hora de aportar información sobre los niños con los que trabajaba en su estancia en la Unidad de Pedagogía Terapéutica a finales de los años 30 y principios de los 40. También se le ha criticado el hecho de no haber mencionado la obra de Sukhareva, de la cual muy posiblemente tenía constancia.

Sukhareva

Por su parte, Leo Kanner dio a conocer al mundo el síndrome que estaba estudiando y de alguna manera lo popularizó desde una posición privilegiada. Sobre algunas de estas cuestiones ya se ha hablado previamente, pero no debemos olvidarnos de otros aspectos que no dejan de ser relevantes: Kanner, en un principio al menos, consideraba que “su” trastorno (“autismo infantil precoz”) tenía una entidad propia más allá de la esquizofrenia, aunque utilizara el término “autismo”, que como ya comenté en un principio estaba ligado a dicha patología. Sin embargo, a finales de los años 40 se rindió a las corrientes psiquiátricas y psicológicas de aquellos años y finalmente incluyó, en una revisión de su Tratado de Psiquiatría Infantil (la primera edición era de 1935), el autismo dentro del apartado de la esquizofrenia. En este punto, Silberman dice que el propio Kanner indicó en American Journal of Orthopsychiatry que era complicado que en el futuro se pudiera distinguir entre el autismo infantil precoz y las esquizofrenias y que, además, dicho autismo infantil precoz podría considerarse como la forma más temprana de esquizofrenia. Sin embargo, Feinstein indica en su libro que Kanner siempre consideró el autismo como una “enfermedad claramente distinguible”, porque pensaba que las personas con autismo presentaban sintomatología más severa desde la primera infancia, mientras que, en la esquizofrenia, dichos aspectos se manifestaban de manera más tardía. Además, conductas como la inversión pronominal, el uso de neologismos o lenguaje idiosincrásico no se daban en la esquizofrenia.

Otras cuestiones, no mencionadas aún, fueron las relacionadas con la etiología del “autismo infantil precoz”. Parece ser que Kanner, al menos en un principio, partía de la idea de que el trastorno era innato en los niños que lo padecían. Sin embargo, por otra parte, también dejaba una puerta abierta a considerar que modelos parentales “disfuncionales” podían provocarlo de alguna manera. La corriente psicoanalítica reinante “abogaba” más por considerar que el trastorno no era innato (cabría estudiar de manera más profunda la influencia de los escritos de René Spitz (1945) así como su teoría psicogénica en Kanner), puesto que de esa manera las expectativas de “cura” eran mínimas, mientras que si planteaban que la “culpa” era de los padres, daban cabida a largos tratamientos psicodinámicos, tanto para los niños (ingresados en centros en muchos casos) como para los padres. Seguramente esto último, y el temor al ostracismo profesional, hizo que Kanner finalmente hablara de “niños congelados” y de “madres nevera”. A la par, y como se ha mencionado anteriormente, claudicaba y asimilaba al autismo en las esquizofrenias.

Parece ser que más tarde, sobre los años 60, se retractó de su afirmación sobre la culpa de padres y madres de personas con autismo (llegó a absolver a los padres en una conferencia de 1969), pero ya le habían cogido el relevo: Bettelheim (doctor en Teoría del Arte), fiel escudero del psicoanálisis, se encargó de hacer populares las ideas de Kanner sobre la crianza tóxica. También desde esta perspectiva, desarrolló su trabajo en la Escuela Ortogénica de Chicago.

Con este panorama, según Michael Rutter, términos como autismo infantil, esquizofrenia infantil o psicosis infantil fueron utilizados de manera indistinta durante muchos años. Este clima de confusión retrasó el inicio de futuras investigaciones y la distinción entre autismo y esquizofrenia, hasta que en 1980, en el DSM-III, el autismo infantil aparece dentro de los TGD como una categoría diagnóstica propia junto al TGD de inicio en la infancia y el TGD atípico.

Durante muchos años, el autismo permaneció en “suspensión”, hasta que las madres y padres y después la investigación retomaran un camino que aún está por descubrir. Mientras tanto, solo queda decir que, siendo consciente de las aportaciones de Kanner al ámbito del autismo, el presente escrito no pretende ser una crítica a su figura (aunque lo pudiera parecer), sino un reconocimiento a aquellas otras personas que también participaron, de una manera u otra, en el devenir del estudio e investigación del autismo.

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DATOS AUTOR

Manuel Martín

Psicólogo sanitario

Responsable de centro de la Fundació Mira’m (Gandía)

[email protected]


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